Informe de la OMS da cuenta de la afectación en la salud mental en el contexto del covid-19.
Redacción Gestarsalud
La ansiedad y la depresión, que son quizás las enfermedades mentales más comunes y que a su vez causan un serio impacto en la calidad de vida de quienes las padecen, aumentaron su prevalencia en todo el planeta durante la pandemia en niveles preocupantes, de acuerdo con un informe científico publicado este miércoles 2 de marzo por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se trata de la primera evidencia robusta del impacto de la pandemia en la salud mental de la humanidad y, según el informe, los datos presentados están basados en el Estudio de Carga Global de la Enfermedad 2020 y en una revisión exhaustiva de la evidencia existente desde el surgimiento del covid-19.
La principal conclusión a la que llegaron estos datos fue que el número total de pacientes con desorden de depresión mayor a nivel mundial aumentó 27,6 por ciento y el de personas con trastorno de ansiedad creció en 25,6 por ciento tan solo en el primer año de la pandemia.
De acuerdo con el estudio, los mayores aumentos de ambos padecimientos se presentaron en lugares con alta afectación de covid-19; las mujeres se vieron más afectadas que los hombres; y las personas más jóvenes, especialmente en el rango de 20 a 24 años, sufrieron por estos males en tasas mayores que los de más edad. De hecho, el informe señala que las personas más jóvenes “corren un riesgo desproporcionado de comportamientos suicidas y autolesivos” en comparación con otros grupos. Y, por otra parte, las personas con comorbilidades de riesgo, como asma, cáncer y enfermedades cardíacas, tenían más probabilidades de desarrollar síntomas de trastornos mentales.
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Ese aumento del riesgo también se vio en las personas que antes de la pandemia ya padecían trastornos mentales graves, como psicosis.
Y si bien los datos sugieren que las personas con trastornos mentales preexistentes parecen no ser desproporcionadamente vulnerables a la infección por covid-19, “cuando estas personas se infectan es más probable que sufran hospitalización, enfermedades graves y la muerte en comparación con las personas sin trastornos mentales”.
En todo caso, el informe señala que no hubo un cambio sustancial en las tasas de mortalidad por suicidio desde que comenzó la pandemia, aunque sí se evidencia un riesgo mayor de esta conducta entre los jóvenes y en los trabajadores de la salud.
Las causas
El estudio es claro en señalar al “estrés sin precedentes causado por el aislamiento social resultante de la pandemia” como una de las principales explicaciones del aumento en la prevalencia de estas enfermedades. “Sumado a esa situación estaban las limitaciones en la capacidad de las personas para trabajar, buscar el apoyo de sus seres queridos y participar en sus comunidades”, resalta el documento.
“La soledad, el miedo a la infección, el sufrimiento y la muerte de uno mismo y de los seres queridos, el dolor después del duelo y las preocupaciones financieras también se han citado como factores estresantes que conducen a la ansiedad y la depresión. Entre los trabajadores de la salud, el agotamiento ha sido un desencadenante importante de pensamientos suicidas”, agrega el informe.
A eso hay que sumar, de acuerdo con el estudio, que en el contexto de la pandemia el aumento en el número de pacientes con problemas mentales “coincidió con graves interrupciones en los servicios de salud mental, lo que dejó enormes lagunas en la atención de quienes más la necesitan”.
La OMS indica que si bien a finales del 2021 la situación había mejorado un poco, “hoy demasiadas personas siguen sin poder obtener la atención y el apoyo que necesitan para las afecciones de salud mental preexistentes y las nuevas”.
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En ese sentido, el organismo hace un llamado para que se refuerce con urgencia la atención a través de herramientas digitales confiables y efectivas estén disponibles y sean fácilmente accesibles. “Sin embargo, desarrollar e implementar intervenciones digitales sigue siendo un desafío importante en países y entornos con recursos limitados”, sostienen.
Finalmente, el estudio pide a los países un aumento global de la inversión para la atención de estos temas, pues según el Atlas de Salud Mental de la OMS, en 2020 los gobiernos de todo el mundo gastaron en promedio poco más del 2 por ciento de sus presupuestos sanitarios en salud mental “y muchos países de bajos ingresos informaron tener menos de 1 trabajador de salud mental por cada 100 000 personas”.
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