En medio de la incertidumbre que aún resulta ser la COVID-19, cada experiencia es una historia única y diferente respecto al tránsito por la enfermedad. Aparentemente, en medio de tantas muertes, no hay opción para que todo sea como antes de la pandemia. Cuando se atraviesa por la patología, el cerebro espera que haya una evolución predecible, pero resulta que esto no es una ecuación que se da siempre y en todas las personas de la misma manera. No hay tercer y cuarto día. El proceso, a veces, es más lento y angustiante.
Aunque existen diferentes fenotipos de enfermedad por COVID-19 (la manera cómo se manifiesta), hay pacientes que en la segunda semana involucionan y por eso ésta, e incluso, la tercera semana de la enfermedad tienen mucha atención de seguimiento por parte de los profesionales médicos.
«Después del día 10 todo puede cambiar, para mejor o para peor. Debes cuidarte mucho y guardar reposo, después de este tiempo la enfermedad puede tomar un curso diferente», fue la explicación, que recibió Sergio De la Hoz, quien cursaba su primera semana con COVID-19 sin mayores complicaciones, del médico que lo atendió por control.
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Según explica el Dr. Carlos Torres Martínez, infectólogo pediatra, profesor de la Universidad El Bosque e investigador, aunque la COVID-19 resulta muchas veces impredecible, se ha notado con frecuencia que a partir de la segunda semana puede haber trombosis y reinicio de la enfermedad pulmonar. La razón es que con esta enfermedad el organismo responde en exceso, «lo que conocemos como la hiperinflamación».
«En la segunda semana podemos tener cosas más graves y el paciente puede retroceder. No es que esto sea siempre la norma, pero es un curso clínico que se ha hecho muy frecuente. La COVID-19 puede matar directamente o hacerlo a través de la respuesta exagerada del organismo y por eso se colocan corticoides y una serie de medicamentos, tratando de frenar esa respuesta inmune».
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El galeno asegura que, aunque no es fácil predecir quién se va a complicar, sí hay algunos exámenes que se hacen en pacientes que no evolucionan adecuadamente: dímero D (mide las probabilidades de hacer trombosis), proteínas reactivas y ferritina, entre otros.
«Esto es parte del protocolo que se recomienda cuando un paciente, superada esa primera semana de la enfermedad, pero empieza a deteriorarse. No hay probabilidades de saber, en la primera semana, si más adelante habrá o no complicaciones, por eso es que ni la ivermectina, ni la azitromicina, ni la cantidad de remedios que algunos recomiendan están comprobados o sirven para algo a modo de prevención».
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Asegura que las personas asintomáticas o con síntomas leves deben quedarse en casa, comer bien, mantener un estado de ánimo positivo, tomar mucho líquido, cumplir a cabalidad con el tratamiento que le hayan colocado en esta primera etapa y medirse siempre la saturación de oxígeno.
En los niños, según el Dr. Torres, no se debe vender la idea de que a ellos no les da COVID-19, porque, si bien les da menos severo, se está viendo mucha cantidad de adolescentes y jóvenes enfermos y agravados.
En esta población hay una condición llamada síndrome multiinflamatorio sistémico, que se manifiesta entre las tres y cuatro semanas después de la infección por COVID-19. Puede afectar el corazón, las arterias coronarias y el cerebro. «Si bien no es una condición frecuente, en el país se ha dado mucho. Eso tiene tratamiento, por fortuna, pero esta respuesta del organismo exagerada también es peligrosa en ellos».