Existe una condición natural en el ser humano y en la especie animal mamífera, sobre todo, que da condiciones a cada género por las capacidades fisiológicas que tiene. La hembra es dadora de vida, el macho es el progenitor. Pero la naturaleza no siempre es plana, estándar y cuadriculada. Si bien hay una condición característica de cada especie, las excepciones también existen y son validas en este sistema que se da en la convivencia. Es en este punto donde entra la infertilidad.
En Colombia, según datos aportados por la Encuesta Nacional de Demografía en Salud (ENDS), en 2015, el 12,1 % de las mujeres, entre los 15 y 49 años que desean uno o más hijos, tienen problemas de fertilidad. La situación de la infertilidad se concentra en el grupo de mujeres de 40 a 44 años, con un 25.4 % de incidencia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la infertilidad como la incapacidad para lograr un embarazo clínico después de un año de mantener relaciones sexuales sin protección.
Algunas investigaciones sugieren que en Colombia el 20 % de las parejas experimentan infertilidad. La imposibilidad de tener hijos es un problema bastante frecuente en un gran porcentaje de parejas en todo el mundo.
La condición de infertilidad, que puede presentarse tanto en mujeres como en hombres, se ha convertido en un problema de salud pública en varios países.
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En este sentido, la cartera de salud colombiana emitió hace un año la resolución 0228 de 2020, que adopta la política pública de prevención y tratamiento de la infertilidad.
Las líneas de acción de esta normativa van desde la investigación en prevención y tratamiento; promoción de los derechos sexuales y reproductivos hasta la educación para la prevención y tratamiento de la infertilidad. «Esta política se enfoca en los derechos humanos y se centra en los principios de la dignidad humana y la garantía de la autonomía reproductiva», explicó el Ministerio de Salud en su momento.
Pero la infertilidad es más que una patología. Es una condición cuyas variables sociales y conductuales juegan un papel fundamental. La ciencia ha avanzado mucho en la solución de este complejo problema. Cada vez más parejas logran concebir uno o más hijos a través de las distintas opciones que ofrece hoy la medicina, pero, ¿qué pasa cuando los tratamientos para la fertilidad o para tener hijos no están al alcance económico de las parejas o cuando las opciones que existen no han funcionado?
Es en este punto en el que la percepción sobre la paternidad y sobre el rol de la mujer en la sociedad deben cambiar. Rosangel Piña Urdaneta, directora de Ebimeria y experta en psicología clínica y salud mental, explica que todo parte de la concepción y de las condiciones que tienen las personas desde que nacen.
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“Todo empieza desde que estamos pequeños, sin que haya realmente culpables. Desde siempre nos envían demandas, de manera directa o indirecta, para bien o para mal, que quedan en nuestra cabeza y que justifican gran parte de nuestro comportamiento como individuos y sociedad y de las proyecciones y acciones de cada uno en todos los ámbitos de la vida. Una de ellas es la responsabilidad que tiene la mujer de gestar vida y traerla al mundo”.
A veces, incluso, los deseos sobre la maternidad responden más a condicionamientos sociales- que comienzan en la crianza- que a deseos propios de la mujer. En este sentido se ha avanzado, pero aún queda un camino largo qué recorrer, sobre todo en Latinoamérica, asegura la experta.
«La presión social es una de las razones por las que la infertilidad termina siendo un problema mayor. Cuando las mujeres enfrentan situaciones de infertilidad sienten que no cumplen con su misión; la de procrear; de ahí se derivan problemas con la pareja- que suele tener la misma percepción- frustraciones y depresiones, que conllevan a distanciamientos sociales por parte de la mujer y hasta de suicidios, en el peor de los casos».
El ‘duelo por infertilidad’ o ‘duelo por ausencia de embarazo’ es lo que causa el diagnostico de infertilidad; un duelo que, coinciden los expertos, hay que transitar y superar sin llegar a la desesperación ni a la depresión.
En el momento del diagnóstico se siente el enfado, la frustración, el vacío y la impotencia en primer lugar, seguido de la culpa, el miedo y la preocupación. El éxito en la superación de este proceso está en el apoyo de la pareja, la familia y los amigos. Un especialista puede orientar al círculo afectivo y a la mujer en el tránsito y superación del duelo. Este apoyo resulta determinante.