El Covid-19 llegó al mundo para sacar a flote la sensibilidad humana, pero en ocasiones también su lado más oscuro. Tal parece que el instinto de sobrevivencia supera a la lógica, a la solidaridad, a la humanidad. En una cadena consecuente de acciones, todos, en algún momento, hemos necesitado o necesitaremos de profesional capaz de salvar la vida, pero sorpresivamente, en el contexto actual del país son estas personas quienes parecen ser un peligro para ella.
La llegada del nuevo Coronavirus a Colombia cumple dos meses. Más de siete mil contagios, decenas de decretos y medidas que pretenden controlar la situación y un centenar de profesionales que se mantienen al borde de la línea entre la enfermedad y su propia salud.
En países devastados por la pandemia los profesionales de la salud han resultado ser los héroes, hay horas específicas en que las rutinas ‘in house’ se detienen para salir a los balcones y ventanas sólo a aplaudir y alabar la labor hecha por estas personas.
En Colombia, por el contrario, la reacción colectiva frente a los profesionales de la salud ha resultado preocupante. El más reciente estudio hecho por la Federación Médica Colombiana (FMC) demuestra que el 19% de los trabajadores de la salud entrevistados aseguran haber sido blanco de algún tipo de discriminación por su profesión y oficio. De estos casos el 38,22% se han registrado en el transporte público, el 21,13% en las IPS, el 53,31% en comercios y el 58,34% cerca de sus casas o al interior de sus conjuntos residenciales.
Nada justifica las arremetidas
Las agresiones por parte de la sociedad civil a profesionales de la salud se están subiendo de tono y esto ha ocasionado que distintos actores del país se pronuncien. Al respecto el presidente de la República, Iván Duque fue contundente y tras rechazar la actitud tomada por algunos colombianos aseguró que, más allá de una sanción social, este tipo de acciones tendrán que ser castigadas de forma económica.
Pidió a alcaldes y gobernadores imponer medidas de protección especiales que garanticen la seguridad de estas personas dentro y fuera de sus casas y sitios de trabajo.
Ya en Bogotá, por ejemplo, Transmilenio, la empresa de autobuses públicos de la capital, puso en operación 11 rutas preferenciales para el personal de salud y demás trabajadores del sector, que pasarán cerca de los principales hospitales de la ciudad.
Todas las personas, desde que nacen, de una u otra forma son atendidos por algún especialista o personal sanitario. El control pre natal, el nacimiento, los controles de la primera infancia, vacunas, terapias, atención de enfermedades básicas y complejas.
Más del 90% de la población colombiana ha sido socorrida alguna vez en su vida por un profesional de la salud. Seguramente lo seguirán haciendo. En este sentido, la pregunta que surge es ¿dónde está quedando la demostración de agradecimiento, empatía y ciudadanía fundamentales en una coyuntura sanitaria como la actual?
Al respecto, el presidente de la Federación Médica Colombiana, Sergio Isaza, se pronunció y catalogó las agresiones hacia los profesionales de la salud como criminales. A su criterio, Colombia ha sido un país históricamente tolerante con la violencia y esto funge como base para una idiosincrasia de país, acompañado de un sistema educativo débil y poco desarrollo cultural.
“En mi país la violencia es una enfermedad endémica, por eso hay que condenar los actos criminales. No debe haber ningún tipo de tolerancia frente a la violencia. A los médicos y personal sanitario no nos tienen que maltratar porque no somos portadores de ninguna enfermedad, por el contrario, tratamos las enfermedades, tratamos a la gente que se enferma y a la que no. Tienen que cuidarnos”.
Casos que lamentar
“Me llamó la atención que los buses no me paraban. Me había tocado tomar otras alternativas para regresar a mi casa. Luego, caí en cuenta de que no me quería parar por el uniforme. Ahora voy y vuelvo al trabajo con ropa particular. Es la única alternativa que tengo para evitarme situaciones incómodas o peligrosas”, asegura Carolina Pérez, psicóloga de una IPS oncológica ubicada en el centro de la ciudad.
Médicos, enfermeros, personal asistencial en general son blanco de juicios por representar un peligro para la salud pública, cuando, en realidad, son quienes están arriesgando su vida y la de su familia para salvan la de otros.
En Barranquilla una enfermera fue atacada cuando se dirigía a su casa por cuatro desconocidos. La agredieron física y verbalmente. Le arrancaron su tapabocas y la hirieron con un vidrio en una de sus manos.
En Montería, se han reportado cuatro casos de ataque hacia personas que laboran en hospitales. Una de ellas, también enfermera, fue atacada por dos hombres en moto quienes la empujaron, la patearon y le dieron golpes con puños.
En Bogotá, uno de los casos más sonados es el del médico que ha sido amenazado por los mismos vecinos del conjunto residencial en el que vive. Mensajes de amenazas de muerte y un vidrio de su casa roto, porque le lanzaron una piedra han sido algunas de las advertencias que ha recibido el galeno.
En estas circunstancias, no se sabe si la enfermedad más peligrosa que enfrenta hoy día el país es el Covid-19. La violencia hacia el personal sanitario es la radiografía de una sociedad enferma, aseguran los especialistas de la salud.
En una de sus editoriales, el Órgano de Información del Colegio Médico Colombiano, manifestó: “vivimos en una sociedad enferma y el hecho de ser médico, de portar una bata blanca, no da inmunidad frente a la violencia, que es un fenómeno cultural. La población olvida que los médicos también son víctimas de un sistema y que se encuentran en una situación de impotencia frente al dolor y sufrimiento de los pacientes, así como frente a la indolencia e indiferencia de un modelo mercantilista e inhumano”.