Un año ha pasado desde que el nuevo Coronavirus llegó a la vida de todos. Sí, de todos. Del mundo entero. La enfermedad se apoderó de la vida, de la muerte, de las formas y de los hábitos. También ha hecho que muchos cuestionen, incluso, sus creencias. Pero la ciencia sigue en lo suyo y a la fecha son muchos los hallazgos como la determinación de la probabilidad de contagio a través de las superficies. ¿Usted también siente miedo y lava o desinfecta todo? Aquí se lo aclaramos.
Uno de los temas más polémicos en relación con el SARS-CoV-2 es su modo de transmisión. Cuando recién comenzaban las cuarentenas y todo era aún más misterioso de lo que es ahora, las lógicas en relación con el contagio daban para pensar que la sobrevivencia del virus en las superficies era una de las amenazas más grandes. Los fómites- objeto carente de vida o sustancia que, si se contamina con algún patógeno viable, es capaz de transferir dicho patógeno de un individuo a otro- eran clave en el contagio del virus, así como la transmisión por vía aérea.
La desinfección de todo y todos ya es parte de las costumbres humanas: los protocolos incluyen rocíos de alcohol al 70 %, limpieza de zapatos. Los mercados de comida que llegan a las casas no pasan invictos; ahora desempacar los alimentos tiene rituales de limpieza rigurosos y detallados. No pueden quedar rastros de SARS-CoV-2 en ninguna superficie. Pero resulta que la trasmisión a través de fómites parece que no es tan efectiva como pensamos.
Emanuel Goldman, microbiólogo de la Facultad de Medicina de la U. Rutgers en Nueva Jersey, ha explicado en una publicación hecha en la revista Nature, que ninguno de los estudios hechos sobre la probabilidad de contagio a través de fómites presenta escenarios similares a situaciones de la vida real.
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“Las cantidades analizadas de partículas virales en los experimentos ni las condiciones ambientales, necesariamente, coinciden con las de la vida real”.
Un trabajo hecho por el diario El Espectador cita un artículo de Goldman donde advertía, en julio de 2020, que “la cantidad de virus realmente depositada en superficies (de la vida real) probablemente sea varios órdenes de magnitud menor (a la de experimentos)”. El experto ha asegurado que muchos de estos experimentos se han basado en identificar la presencia del material genético del virus, pero el ARN viral es el equivalente al cadáver del virus y no es contagioso”.
El investigador es fiel creyente de que la posibilidad de transmisión a través de superficies inanimadas es baja y, aunque su discurso no es una invitación a que las personas dejen de ser precavidas, si lo es para que las medidas de prevención tomadas no sean extremas e innecesarias.
A finales de marzo de 2020, un estudio de laboratorio mostró que el coronavirus SARS-CoV-2 puede persistir en plástico y acero inoxidable durante varios días. Eso provocó titulares sorprendentes y una gran cantidad de consejos sobre cómo descontaminar las superficies. También pareció confirmar la guía emitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en febrero de que el virus que causa la COVID-19 puede propagarse a través de superficies contaminadas.
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En mayo, la OMS y las agencias de salud de todo el mundo recomendaban que las personas en entornos comunitarios comunes (casas, autobuses, iglesias, escuelas y tiendas) limpiaran y desinfectaran las superficies, especialmente aquellas que se tocan con frecuencia.
Pero Goldman encontró que había poco que apoyara la idea de que el SARS-CoV-2 pasa de una persona a otra a través de superficies contaminadas. Escribió un comentario para The Lancet Infectious Diseases en julio, argumentando que las superficies presentaban relativamente poco riesgo de transmitir el virus. Su convicción solo se ha fortalecido desde entonces.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos también apoyan la teoría del experto. Aclararon su guía sobre la transmisión superficial en mayo, indicando que esta ruta «no se cree que sea la forma principal de propagación del virus». Ahora establecen que la transmisión a través de superficies “no se cree que sea una forma común de propagación de COVID-19”.
Tras recopilar datos de un año sobre casos de SARS-CoV-2 los investigadores cada vez están más convencidos de que son las personas, no las superficies, las que deberían ser el principal motivo de preocupación.
“La evidencia de eventos de súper propagación, donde numerosas personas se infectan a la vez, generalmente en un espacio interior abarrotado y apunta claramente a la transmisión aérea. Tienes que inventar algunos escenarios realmente complicados para explicar los eventos de súper propagación con superficies contaminadas».
Lavarse las manos es crucial, coincide la ciencia, porque no se puede descartar la transmisión superficial. Pero es más importante mejorar los sistemas de ventilación o instalar purificadores de aire que esterilizar superficies.