«Hoy pido a todos los líderes del mundo que declaren el Estado de Emergencia Climática en sus países hasta que se alcance la neutralidad de carbono», fueron las palabras del secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, durante el quinto aniversario del acuerdo ambiental de París, que busca ejecutar acciones concretas frente a la crisis ambiental actual. El estado de emergencia climática involucra la adopción de medidas para lograr reducir las emisiones de carbono a cero en un plazo determinado y ejercer presión política a los gobiernos para que tomen conciencia sobre la situación de crisis ambiental existente.
Este año el problema que resulta del calentamiento global y de las dinámicas humanas ha quedado a un lado por cuenta de la pandemia del Covid-19. Pero, mientras la ciencia, enfocada a la salud pública, se centra en conseguir una cura para la nueva enfermedad, otra vertiente- más dedicada a estudiar el comportamiento del planeta- sigue presionando a las economías más industrializadas para que activen acciones que mitiguen el impacto del cambio climático en la Tierra.
El efecto invernadero es un fenómeno a partir del cual determinados gases- que son componentes de la atmósfera planetaria- retienen parte de la energía que el suelo emite por haber sido calentado por la radiación solar. Afecta a todos los cuerpos planetarios dotados de atmósfera. La comunidad científica asegura que el efecto invernadero se está viendo acentuado en la Tierra por la emisión de ciertos gases, como el dióxido de carbono y el metano, resultado todo de la actividad humana.
La emergencia climática que atraviesa el planeta es indiscutible: incendios que devoran bosques; temporadas de ciclones tropicales cada vez más activas; fenómenos del Niño y de la Niña cada vez más intensos, extremos y frecuentes; aumento de enfermedades derivadas de altas temperaturas, inundaciones y sequías extremas; daños cada vez más frecuentes y costosos para las poblaciones, la agricultura y el turismo; pérdida de especies terrestres, marítimas y de agua dulce. La diversidad biológica del planeta está en riesgo y la especie humana, sin preverlo, también.
Las decisiones y compromisos de los Estados están, pero no en la magnitud que se requiere para detener la situación. En Colombia, por ejemplo, el pasado mes de noviembre, el Concejo de Bogotá aprobó un proyecto que declara la emergencia climática en la capital colombiana, una iniciativa para hacerle frente a la crisis y lograr la reducción de gases de efecto invernadero y avanzar hacia energías renovables. Los mandatos se refieren al ordenamiento territorial alrededor del agua y los ecosistemas; protección de la estructura ecológica principal y la biodiversidad; promoción de la soberanía y seguridad alimentaria.
Recientemente, también en noviembre, el presidente Iván Duque anunció que Colombia, para 2030, espera reducir en 51% la emisión de gases de efecto invernadero. La estrategia para lograrlo hace parte de la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) del Gobierno de Colombia para el periodo 2020-2030 para cumplir con el Acuerdo de París.
Este plan incorpora otros dos componentes: la adaptación al cambio climático y los medios de implementación para el desarrollo bajo en carbono. Estas medidas se toman dada la vulnerabilidad económica y social que se pueden presentar ante eventos meteorológicos y los costos derivados. El ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Carlos Eduardo Correa, aseguró que, en el 2030 Colombia espera llegar a la cero deforestación y ser carbono neutral en 2050, es decir, cero emisiones netas de gases de efecto invernadero.
A la fecha, un total de 125 países han manifestado su intención de aumentar sus metas nacionales para disminuir sus emisiones para el 2030. Pero, al parecer, las acciones no son tan contundentes como la intención expresada. En un reporte publicado por ONU Medio Ambiente queda claro cómo el planeta va en una trayectoria de aumento de emisiones de gases de efecto invernadero compatible con un incremento de temperatura del 3 °C, muy por encima de los anhelos del Acuerdo de París.
ONU Medio Ambiente estima que las emisiones de CO2 caerán este año alrededor de un 7%, en comparación con la cifra de 2019, abriendo una ventana de oportunidad para mantener en el tiempo una trayectoria de menores emisiones en la atmósfera. Este cambio será permanente solo si la recuperación económica de los países prioriza las actividades bajas en carbono, de otro modo, el planeta seguirá siendo víctima de sus propios habitantes y ellos mismos, promotores de su final como especie.