No hay salud mental sin salud física. El cuerpo humano en su estado de bienestar ideal contempla este binomio como un todo; no por separado, no fraccionado. Partiendo del concepto de que la salud no es la falta de enfermedad, sino un estado de bienestar completo e integral, que implica la salud física y mental al mismo tiempo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea- más allá de la estructura de sistemas de salud que buscan sanar dolencias y curar enfermedades- la necesidad de un modelo social, político, económico y cultural que no enferme al individuo.
Pedro Pablo Ochoa, director del Equipo de Respuesta Psicológica frente al brote del Covid-19 en Colombia del Colegio Colombiano de Psicólogos, interviene en la aclaratoria antes de explicar cuál ha sido la incidencia del confinamiento y la incertidumbre del nuevo Coronavirus en la estabilidad mental de los colombianos, pues considera que el bienestar de un ser humano depende de esa interrelación mente-cuerpo, que algunas veces se olvida y se fracciona por especialidades médicas. Para el experto, no es verdad que los índices de depresión en la población hayan aumentado por cuenta del Covid, lo que ha sido evidente es un aumento en síntomas relacionados con depresión, como preocupación y miedo, pero las condiciones para afirmar que las personas están deprimidas en masa no están dadas.
En el panorama actual, expectantes de una enfermedad de la que se habla mucho y se sabe poco, en lo posible confinados y con algunas situaciones familiares y económicas por atender, Ochoa asegura que el aumento del estrés es evidente y natural.
Explica que el miedo y la rabia, en general las emociones, son parte de las respuestas con las que el humano ha evolucionado como especie. El mayor problema no es sentirlas sino la manera cómo las personas las canalizan y se relacionan con ellas. En este sentido, y frente al contexto sanitario actual, es imperante que las personas logren tener estrategias que les permitan manejar sus emociones y pensamientos; normales y necesarias en este momento de cambios e incertidumbre.
Qué hace el estrés con nuestro cuerpo y mente
Cuando las personas están en una situación de peligro, el cuerpo entra a la primera fase de alerta: el hipotálamo estimula a las suprarrenales y se secreta adrenalina, que suministra la energía que el organismo necesita en el momento para responder a la situación de riesgo en la que se encuentra. Así, el cuerpo se prepara para luchar o huir y hay un disparo adicional de energía para esas situaciones de urgencia.
Si el estresor se mantiene, el cuerpo pasa a la fase de defensa o resistencia. Entonces ya empieza a aparecer la hormona cortisol, que mantiene constante el nivel de glucosa en la sangre para que los músculos, el corazón y el cerebro mantengan el nivel de respuesta. El cuerpo se prepara para un periodo mayor, pero tiene su límite y posteriormente cae en una fase de agotamiento.
Si esas hormonas se liberan por mucho tiempo el organismo se cansa y las hormonas se empiezan a acumular en la circulación- porque los procesos de absorción empiezan a ser menos eficientes- entonces el cuerpo se llena de hormonas que ahora van a tener un efecto perjudicial sobre la salud. De este modo, el sistema defensivo del organismo se desactiva y ya es incapaz de luchar contra esas amenazas reales. “La capacidad de regulación inflamatoria se afecta y eso es un poco lo que sucede con el Covid-19 en la actualidad”.
Cuando el estrés se incrementa y se mantiene por periodos mayores a los que el cuerpo es capaz de soportar, aumentan las posibilidades de enfermarse. “Si no existen formas de enfrentarlo el cuerpo va a tener una reacción que a la larga va a ser perjudicial, porque las personas se van a estresar, se van a enfermar por el estrés y eso va a tener consecuencias psicológicas y orgánicas”.
Así las cosas, Ochoa asegura que en el momento actual hay factores estresantes, como el desempleo, el hambre, las deudas, cuya solución no está del todo en manos de las personas. En estos casos, las intervenciones psicológicas no serán suficientes para ofrecer herramientas que les permitan a esas personas manejar sus emociones y pensamientos. En este punto interviene la importancia de minimizar o eliminar las barreras estructurales de las sociedades y garantizar que estresores como el hambre, la violencia intrafamiliar y el desempleo no existan- al menos no en las proporciones actuales.
Por otro lado, asegura el especialista, hay una gama de recomendaciones importantes de aplicar en aquellas personas que sí tienen la capacidad de manejar sus pensamientos y emociones:
“Hay ciertos elementos que generan estrés, unos se pueden controlar y otros no. Yo puedo intervenir para disminuir a alguno de esos estresores. Por ejemplo, si me estreso cada vez que veo las noticias, debo dejar de ver las noticias y las redes sociales y consumir sólo lo mínimo que necesito para saber qué está pasando”.
Pedro Pablo Ochoa, director Equipo de Respuesta Psicológica.
- En el caso de los conflictos familiares que generan estrés, es necesario aprender a aplicar ciertas estrategias para mejorar las relaciones interpersonales, como negociar los espacios personales dentro del confinamiento, distribuir las tareas de la casa para disminuir el estrés del miembro de la familia sobre la cual recae toda la obligación doméstica. En torno a los hijos existen estrategias de educación positiva, importantes para reducir los conflictos con ellos. “Los padres pueden aprender a implementar herramientas muy útiles para educar adecuadamente a los hijos y disminuir pataletas, problemas y conflictos, que tanto estrés generan en estos momentos de confinamiento”.
- Ante la pérdida de ese control, que antes de la pandemia cada individuo tenía en día a día, la estructura de rutinas resulta importante en la recuperación alguna porción del control perdido. La práctica de hábitos estructurados devuelve la sensación de control, que ha quedado atrás con la situación actual.
- La búsqueda de fuentes de gratificación resulta alentadora en tiempos en los que la ausencia de momentos y acciones gratificantes se ha perdido. En este punto el especialista recomienda dedicar un tiempo apropiado al ocio, que genere gratificación de alguna manera.
- Fortalecer el apego y los vínculos afectivos. Tener buenas relaciones con otras personas con las que el individuo pueda hablar, expresar lo que siente, ser escuchado sin juicios y sin ser criticado. En este punto las personas aprenden una serie de habilidades que le permiten relacionarse de una forma distinta con sus propias emociones.
“Es natural sentir miedo y rabia. No se puede hacer nada para no tener miedo, el asunto es cómo me relaciono con ese miedo y esas emociones. No se trata de no sentir las emociones, porque es imposible, pero lo que si debemos ver es cómo nos relacionamos con ellas y cuáles son las estrategias que tenemos para ello. A veces el mayor problema no está en la emoción sino en las estrategias que yo utilizo para relacionarme con ellas. Es necesario aprender a ser más flexibles en la forma como nos relacionamos con las emociones y los pensamientos, porque es la única manera de convivir con ellos de manera sana”.