La hipertensión arterial sigue en aumento dentro de la población colombiana, al igual que en el resto del mundo. El estilo de vida y la coexistencia de factores de riesgo están entre los determinantes que influyen en el desarrollo de la patología. La educación del paciente hipertenso es el elemento primordial para el mejor control de la enfermedad. La promoción de salud (enfoque poblacional), prevención de enfermedades (enfoque individual, grupos de riesgo, no enfermos) son los procesos de intervención de salud en el nivel primario o de ocurrencia. El diagnóstico precoz y tratamiento oportuno son las acciones de intervención de salud secundaria o de progresión.
La hipertensión, también conocida como tensión arterial alta o elevada, es un trastorno en el que los vasos sanguíneos tienen una tensión persistentemente alta, lo que puede dañarlos. La tensión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de los vasos (arterias) al ser bombeada por el corazón. Cuanta más alta es la tensión, más esfuerzo tiene que realizar el corazón para bombear.
La mayoría de las personas con hipertensión no muestra ningún síntoma; por ello se le conoce como el ‘asesino silencioso’. Sin embargo, en algunas ocasiones, la enfermedad causa síntomas como dolor de cabeza, dificultad respiratoria, vértigos, dolor torácico, palpitaciones del corazón y hemorragias nasales.
Las consecuencias de la hipertensión para la salud se pueden agravar por otros factores que aumentan las probabilidades de sufrir un infarto de miocardio, un accidente cerebrovascular o insuficiencia renal. Entre ellos cabe citar el consumo de tabaco, una dieta poco saludable, el uso nocivo del alcohol, la inactividad física y la exposición a un estrés permanente, así como la obesidad, el colesterol alto y la diabetes mellitus.
La prevención de esta enfermedad se basa en el cambio de hábitos, sobre todo a consumir una dieta saludable y realizar actividad física de manera regular.
En Colombia y otras latitudes
En los países de ingresos más altos, las sociedades se han organizado y han disminuido y controlado el costo de los medicamentos, por eso las políticas públicas son más efectivas y eficientes.
No obstante, en los países de ingresos bajos la situación es diferente. Son los pobladores de esos territorios quienes cuentan la prevalencia más elevada de tensión arterial, siendo África el continente que registra los valores medios de la tensión arterial más altos que la media mundial.
Esto evidencia que factores como la pobreza, los hábitos alimenticios, el acceso a los servicios de salud y en general, los determinantes sociales de la salud también tienen un desencadenante importante en la causalidad de esta patología, configurándose en una enfermedad multicausal.
Fuente: Organización Mundial de Salud 2017
Con cifras de 2018, se estima que en el mundo aproximadamente 1 de 5 adultos son hipertensos, mientras que en Colombia Solo 1 de cada 16 adultos están diagnosticados con esta patología. Situación que debe alarmar a las autoridades sanitarias, en razón a que este trastorno es la causa aproximadamente la mitad de las defunciones por accidente cerebrovascular o cardiopatía. Además, se infiere que complicaciones derivadas de la hipertensión son causa alrededor de 9,5 millones de defunciones cada año en el mundo.
En Colombia, la Cuenta de Alto Costo (CAC) inició desde 2008 el reporte hipertensión. Para el 2018 se registraron 3’114.670 casos, sin embargo, se estima que, del total de pacientes hipertensos del país, apenas el 57% de los casos tenía control de la enfermedad.
De los 3´114.670 casos que se registraron en el 2018 en el país, 511.357 son afiliados de las EPS asociadas a Gestarsalud, dando cuenta que cerca del 20 % de los hipertensos del país son atendidos por nuestra red de empresas afiliadas.
Los costos de atención para nuestros 551.357 afiliados con esta patología, para el año 2018, estuvieron alrededor de 29 mil millones de pesos.
¿Qué hacer?
En nuestro país se deben generar políticas públicas en torno a patologías como la hipertensión arterial, que impacten positivamente a los más vulnerables, quienes son los más afectados por la patología y a la vez por las condiciones de acceso a servicios de salud y condiciones de vida en general. Los determinantes sociales de la salud, como los ingresos, la educación y la vivienda, repercuten negativamente en los factores de riesgo conductuales y, en este sentido, influyen en la aparición de hipertensión.
Un ejemplo sencillo: el desempleo o el temor a perder el trabajo pueden repercutir en los niveles de estrés que, a su vez, influyen en los niveles de tensión arterial. Las condiciones de vida o de trabajo también pueden retrasar la detección y el tratamiento por la falta de acceso al diagnóstico y al tratamiento y, además, impedir la prevención de las complicaciones.
Las políticas de salud pública deben abordar la hipertensión, como un factor importante de la carga de morbimortalidad del país. Las intervenciones deben ser asequibles, sostenibles y eficaces. En este sentido, no son recomendables los programas verticales que se centran en la hipertensión. Estos, por el contrario, deben abordan el riesgo cardiovascular general y formar parte integral de la estrategia nacional de prevención y control de las enfermedades no transmisibles.
Se ha confirmado que los países donde los sistemas son más eficaces para mejorar la salud y la equidad organizan sus servicios sobre la base del principio de cobertura sanitaria universal. Estos programas promueven acciones alrededor de la atención primaria en salud, dirigidas a los determinantes sociales de la salud; éstas equilibran la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud con las acciones intervencionistas, donde el énfasis de los servicios está en el primer nivel de la atención, con mecanismos de coordinación apropiados y capacidad de resolución.
Por: Elisa Torrenegra, directora ejecutiva de Gestarsalud, y José Galindo, coordinador Analítica de Gestarsalud.