Si luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001 el mundo se concentró en el antiterrorismo, acaso luego del COVID-19 la atención pase a la salud púbica. Mientras tanto, algunas claves definirán cómo serán los meses próximos, que a su vez sentarán la base del día después.
Por: Ed Yong para The Atlantic
Hace tres meses nadie había escuchado hablar del SARS-CoV-2. Hoy el nuevo coronavirus ha llegado a la mayoría de los países del mundo y causado 691.859 infecciones identificadas (al 29 de marzo, y no se sabe cuántas personas asintomáticas o presintomáticas hay contagiadas), ha hecho colapsar el sistema de salud en países como Italia y España y amenaza a los del Reino Unido y de los Estados Unidos. Las economías están en caída libre: el Parlamento Europeo debate un plan de rescate de €750.000 millones, y el Congreso estadounidense votó uno de USD 2 billones, mientras 3,3 millones de personas —un récord histórico— solicitó ayuda por su desempleo. Los niños dejaron de ir a la escuela, los adultos que pueden trabajan desde sus casas, y los amigos y las familias se encuentran en videollamadas.
El COVID-19 “ha perturbado la sociedad moderna a una escala que la mayor parte de las personas vivas nunca han visto”, escribió Ed Yong, especialista en ciencia de The Atlantic, en un extenso análisis del futuro inmediato de la pandemia y los escenarios posibles del día después, que mereció la recomendación del ex presidente de los Estados Unidos Barack Obama.
“Una pandemia global de esta magnitud era inevitable”, aseguró. “En los años recientes, cientos de expertos en salud han escrito libros, informes para políticos y columnas de opinión para medios advirtiendo sobre la posibilidad. Al fin, sucedió. Y se trató de un patógeno “más transmisible y mortal que la gripe” y, sobre todo, “más silencioso, que se propaga de un huésped a otro durante varios días antes de causar síntomas visibles”. Para contenerlo, subrayó Yong, los países “deben desarrollar un test y usarlo para identificar a las personas infectadas, aislarlas y rastrear a aquellos que tuvieron contacto con ellas”.
Es lo que hicieron Corea del Sur, Singapur y Hong Kong, y tuvieron excelentes resultados. Es lo que no hicieron otros países. Incluidos los Estados Unidos, que tienen casi 330 millones de habitantes y una fuerte concentración en ciudades grandes como Nueva York, Chicago, Los Ángeles, San Francisco, Boston, Houston, Miami, Nueva Orleans. El país “puede terminar por tener el peor brote del mundo industrializado”, advirtió Seth Berkley, director de la Alianza para las Vacunas (Gavi), a The Atlantic.
Por no haber realizado una política de identificación de casos en febrero (“en un mes crucial cuando los casos se dispararon a decenas de miles, la prueba solo se hizo en cientos de personas”, recordó Yong sobre el país), el coronavirus se expandió, sin ser rastreado, en todas las comunidades de los 50 estados. Eso definió el futuro a corto plazo, porque el COVID-19 es una enfermedad lenta.
Cuatro claves para los próximos meses
“Italia y España ofrecen advertencias sombrías sobre el futuro”, citó Yong. “Los hospitales se han quedado sin habitaciones, suministros y personal. Incapaces de tratar o de salvar a todos, los médicos se han visto obligados a lo impensable: racionar la atención a los pacientes que tienen más probabilidades de sobrevivir, mientras dejan morir a otros. Los Estados Unidos tienen menos camas de hospital per cápita que Italia”. Mencionó también el estudio de Imperial College London, que estimó que, sin medidas de tipo alguno, el saldo del COVID-19 sería de 2,2 millones de estadounidenses muertos.
Para evitar ese escenario, que es el peor, deben suceder cuatro cosas, propuso el texto:
- Hace falta producir con urgencia barbijos, guantes y otro equipo de protección personal para los trabajadores de la salud, porque “si ellos no pueden mantenerse sanos, el resto de la respuesta colapsará”.
- despliegue masivo de análisis de COVID-19. Un inconveniente adicional es que para fabricar esos kits hacen falta insumos que escasean, como los hisopos nasofaríngeos en los que se recogen las muestras virales o los reactivos químicos. Por un lado, hay una demanda global sin precedentes de esos suministros; por otro, Lombardía, el lugar más afectado de Italia, era uno de los mayores productores de hisopos del mundo.
- La distancia social. “Las medidas llevarán un tiempo durante el cual la pandemia se acelerará más allá de la capacidad del sistema de salud o se reducirá a niveles en los que se la pueda contener”, según la capacidad de la población de disminuir el contagio. “Algunos estados han prohibido las reuniones de gente o han cerrado escuelas y restaurantes. Al menos 21 han instituido alguna forma de cuarentena obligatoria”, recordó Yong. Allí donde eso no ha sucedido, como la Florida o Texas, numerosos municipios impusieron a sus habitantes la norma de quedarse en casa.
- La adecuada información al público. Un papel clave de los dirigentes en todos los niveles del gobierno y de la sociedad civil es transmitir mensajes claros durante una crisis. La población necesita comprender que —como estableció un estudio de la Universidad de Pensilvania— con medidas de distanciamiento social la tasa de infección se podría reducir hasta un 95% y que, dado que aun en ese escenario la cantidad de respiradores del país sólo alcanzaría para el 20% de las personas que los necesitarán, no adoptar esas medidas.
2. Tres escenarios para el final de partida
Incluso una respuesta perfecta no terminaría la pandemia, señaló The Atlantic: “En tanto el virus persista en algún lugar, existe la posibilidad de que un viajero infectado vuelva a encender chispas frescas en los países que ya apagaron sus incendios. Esto ya ha sucedido en China, Singapur y otros países asiáticos que parecieron tener el virus brevemente bajo control”.
En esas condiciones se delinean tres cuadros posibles:
- “Todos los países logran controlar el virus simultáneamente como sucedió en el caso del SARS original en 2003. Dada la extensión de la pandemia de este coronavirus y la gravedad de la situación en muchos lugares, las posibilidades de un control sincrónico a nivel mundial parecen esfumarse”.
- “El virus hace lo mismo que las pandemias de gripe del pasado: arde en el mundo entero y deja a su paso suficientes sobrevivientes inmunes y finalmente le cuesta encontrar huéspedes viables. Este escenario de ‘inmunidad de manada’ sería rápido, y por lo tanto, tentador. Pero también tendría un costo terrible: el SARS-CoV-2 es más transmisible y mortal que la gripe, y probablemente dejaría detrás muchos millones de cadáveres y un montón de sistemas de salud devastados”.
- “El mundo mantiene un prolongado juego de las escondidas con el virus, y erradica los brotes que van apareciendo hasta que se pueda producir una vacuna. Esta es la mejor opción, pero también la más lenta y complicada”.
Depende, por ejemplo, de que se consiga una vacuna. Hasta ahora no existen vacunas para los coronavirus, porque nunca se había presentado una pandemia con uno. En tiempo récord —63 días entre la secuencia del genoma del virus y la primera inyección en el brazo de un voluntario— Moderna y el Instituto de Salud Nacional (NIH) de los Estados Unidos comenzaron la prueba de una, pero el camino para comprobar su efectividad y su seguridad a gran escala es largo. Si se le suma la tarea posterior de fabricarla a escala masiva y distribuirla, habría que estimar un proceso de 12 a 18 meses.
3. Las consecuencias cuando llegue el día después
“El costo de llegar a ese punto con la menor cantidad posible de muertes será enorme”, advirtió el texto de The Atlantic. El shock que está sufriendo la economía es “más repentino y severo que lo que alguien vivo haya conocido”. Es probable que la desigualdad social, en un marco de alto desempleo, se agrave: “Las personas con bajos ingresos serán las más afectadas por las medidas de distanciamiento social”.
Y cuando el COVID-19 comience a menguar, “lo seguirá una segunda pandemia de problemas de salud mental”. La enorme incertidumbre sumada a la restricción de contacto humano es un costo demasiado alto para la psiquis. “Las personas que sufren de ansiedad y angustia o trastorno obsesivo-compulsivo ya están padeciéndolo. A los ancianos, ya excluidos de gran parte de la vida pública, se les pide que se distancien aún más, lo cual profundiza su soledad. Los asiáticos reciben insultos racistas”, enumeró Yong algunas de las manifestaciones que ya se pueden percibir. Se prevé que el día después emergerán muchos incidentes de violencia doméstica y abuso infantil, derivados del hecho de haber tenido que pedir a la gente que se encerrase en hogares inseguros.
Muchos sobrevivientes del VIH y del ébola han sufrido rechazo y estigmatización: ¿sucederá lo mismo con los sobrevivientes del COVID-19? “Los trabajadores de la salud tardarán en reponerse”, pronosticó el artículo: “Uno o dos años después de que el SARS azotara Toronto, los que enfrentaron al brote seguían siendo menos productivos y tenían más probabilidades de sufrir agotamiento y estrés postraumático. Las personas que pasaron por largos períodos de cuarentena llevarán las cicatrices de su experiencia”.
Si luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001 el mundo se concentró en el antiterrorismo, acaso luego del COVID-19 la atención pase a la salud púbica. “Es de esperar que haya un aumento en la financiación de la virología y la investigación de vacunas, un aumento de la cantidad de estudiantes que solicitan programas de salud pública y una mayor producción nacional de suministros médicos. Es de esperar que las pandemias encabecen la agenda de la Asamblea General de las Naciones Unidas”, vaticinó The Atlantic.
Esos cambios en sí podrían proteger al mundo de la próxima enfermedad inevitable. “Los países que vivieron el SARS tenían una conciencia pública sobre esto que les permitió actuar velozmente”, dijo Ron Klain, quien coordinó la respuesta de los Estados Unidos al ébola en 2014-2015.