Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) esta enfermedad, cada año, causa unas 300 mil defunciones a nivel global, por lo que conlleva un riesgo de epidemia. La meningitis meningocócica es una infección bacteriana grave de la membrana que rodea el cerebro y la médula espinal. Hay diferentes bacterias causantes de meningitis, que se pueden transmitir persona a persona a través de gotículas de las secreciones respiratorias o de la garganta.
Los síntomas más frecuentes son rigidez de nuca, fiebre elevada, fotosensibilidad, confusión, dolor de cabeza y vómitos. Reconocerlos es clave para brindar el tratamiento antibiótico apropiado lo antes posible, ya que, en el caso de una meningitis por meningococo, incluso cuando se diagnostica tempranamente y con un tratamiento adecuado, de un 5 a un 10 % de los pacientes fallece, generalmente en las primeras 24 a 48 horas.
Además, una de cada cinco personas sobrevivientes de un episodio de meningitis bacteriana puede quedar con secuelas permanentes como: convulsiones, pérdida auditiva y visual, deterioro cognitivo, discapacidad neuromotora, alteraciones de la memoria y el comportamiento, así como cicatrices y amputaciones de miembros como consecuencia de septicemia meningocócica.
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La meningitis es una enfermedad mortal y debilitante que afecta a personas de todas las edades en todo el mundo. Además, puede ocasionar la muerte en 24 horas y dejar a una de cada cinco personas afectadas, con discapacidad permanente después de la infección.
Cifras del Instituto Nacional de Salud indican que en el periodo epidemiológico II en Colombia se registraron 87 casos de una enfermedad que puede ser prevenida por vacunación. Frente a ello, se Claudia Beltrán Arroyave, infectóloga pediatra de la Universidad de Antioquia, asegura que la evidencia científica ha demostrado que la vacunación es la estrategia más eficaz para el control y prevención de esta enfermedad. Por ello, resalta la importancia de reforzar los programas de inmunización para proteger a la población, sobre todo en pandemia.
«Las precauciones para reducir la COVID-19, como el distanciamiento social, el uso de mascarillas y el lavado de manos, pueden servir también para reducir los casos de meningitis que se producirían en un contexto normal. Sin embargo, debemos mantener la guardia y cumplir con los calendarios de vacunación, ya que es la forma más efectiva de prevenir enfermedades infectocontagiosas graves».
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Todas las personas son susceptibles a las infecciones causadas por el meningococo, sin embargo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) recomiendan la vacunación en adolescentes y adultos jóvenes, por ser la población más vulnerable.
La especialista además indicó que actualmente en la región de las Américas, la verdadera carga de la enfermedad meningocócica es subestimada en la mayoría de los países por tener poca incidencia, pero debe ser considerada de alto riesgo, tanto por la rapidez con la que evoluciona como por sus consecuencias.
Durante la 73.ª Asamblea Mundial de la Salud, realizada en noviembre del año pasado, se aprobó la primera resolución sobre la meningitis. Con ella se aprobó también una hoja de ruta mundial con el fin de acabar con la meningitis para 2030.
Los objetivos están enfocados en: eliminar las epidemias de meningitis bacteriana, reducir el número de casos y defunciones por meningitis bacteriana prevenible mediante vacunación, reducir la discapacidad y mejorar la calidad de vida después de una meningitis producida por cualquier causa.