Azúcar, divino tormento. El consumo de este delicioso ingrediente se ha situado como uno de los temas de salud pública más polémicos del mundo. La ciencia coincide en los efectos adversos que el consumo excesivo de azúcar tiene sobre la salud de los individuos. La Organización Mundial de la Salud (OMS), sin titubear, insiste en que los azúcares libres no deben exceder el 10 % del consumo diario total de energía. Una revisión de 31 encuestas dietéticas de diversos países encontró que los bebés en el mundo están justo en el borde y los niños y adolescentes se salieron de los parámetros adecuados. En Colombia la situación no es diferente.
La OMS define los azúcares libres como aquellos que son añadidos por los fabricantes, los consumidores o los cocineros, además de los naturalmente presentes en la miel, los jarabes, los jugos de frutas y los concentrados de jugos de frutas.
Según una revisión, publicada en Current Opinion in Clinical Nutrition and Metabolic Care, las fuentes principales de azúcares agregados son las bebidas a base de frutas y las bebidas a base de leche con adición de azúcar. Les siguen los productos de panadería dulce, los productos para untar, los chocolates, la confitería y los cereales.
Una investigación hecha por la Revista de Saúde Pública, cuya publicación fue hecha en 2019, asegura que en Colombia el pan industrializado es el alimento ultra procesado más fácilmente asimilable en la dieta tradicional, junto con los snacks y las bebidas azucaradas. Los niños y adolescentes, residentes en zonas urbanas y hogares con mayor poder adquisitivo, fueron más vulnerables en el consumo de alimentos ultra procesados.
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Un estudio de la Universidad de Harvad encontró que el consumo excesivo de azúcar altera la actividad cerebral, como sucede con algunas drogas, y una investigación de la Universidad de Queensland halló el motivo por el cual el azúcar aumenta los niveles de dopamina a largo plazo y reduce la capacidad del cerebro para distinguir si está consumiendo mucho o poco.
No hay discusión, el consumo elevado de azúcares se asocia con diversas patologías como sobrepeso, obesidad, alteraciones hepáticas, desórdenes del comportamiento, diabetes, hiperlipidemia, enfermedad cardiovascular, hígado graso, algunos tipos de cáncer y caries dental.
Además, puede contribuir con el desarrollo de alteraciones psicológicas como la hiperactividad, el síndrome premenstrual y las enfermedades mentales.
Según datos aportados por la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN) de 2010, los azúcares añadidos constituyen el 11,6 % del consumo diario total de energía entre los jóvenes de 15 y 19 años. Datos aportados por la ENSIN de 2015, arrojan que en la población de 5 a 12 años la tendencia en el exceso de peso subió de 14.4 % en 2005 a 24.4 % en 2015. Unas proporciones alarmantes tomando en cuenta la relación que hay entre el azúcar y la obesidad.
En palabras de Elisa María Cadena, subdirectora de Salud Nutricional, Alimentos y Bebidas del Ministerio de Salud y Protección Social, el cuerpo humano obtiene la energía necesaria para su funcionamiento de los alimentos que consume; entre ellos los carbohidratos (harinas y azúcares), que satisfacen las necesidades energéticas de un individuo y deberían constituir entre el 55 % y el 65 % de la ingesta diaria, pero enfatiza que los azúcares refinados no deberían exceder el 5 %.
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«El consumo de bebidas azucaradas aporta 220 a 400 calorías extra en el día, lo que se asocia con un riesgo de 60 % para que se presente obesidad en niños, además aumenta la probabilidad de padecer diabetes tipo 2 y la probabilidad de obesidad en su adultez. En el caso de las mujeres, el consumo de una porción diaria de refresco aumenta en 23 % el riesgo de enfermedades del corazón y éste incrementa en 35 % para las que consumen dos o más porciones al día».
Elisa María Cadena, subdirectora de Salud Nutricional, Alimentos y Bebidas del MinSalud
La Organización Mundial de la Salud recomienda consumir no más de 25 gramos o 6 terrones de azúcar. El problema es que el azúcar procesado está presente incluso en los alimentos que se promocionan como sanos y esto es lo que causa la sobredosis en el consumo.
En general, según la Revista de Saúde Pública, el consumo de alimentos ultra procesados no es tan alto en Colombia como en otros países, pero con una mayor probabilidad al aumento. Estos datos estimulan una revisión de la política actual de promoción y prevención de la salud y de los esfuerzos regulatorios en Colombia relacionados con la promoción y la venta de estos productos, particularmente en poblaciones vulnerables como los niños y adolescentes.
Algunas iniciativas nacionales y locales
En Bogotá, por ejemplo, el Concejo local aprobó el pasado 10 de febrero un proyecto que busca desincentivar el consumo de bebidas azucaradas en los colegios de la capital. Con la iniciativa se busca que directivos de 2.242 colegios privados y distritales den el paso hacia el cambio en los hábitos alimenticios de los estudiantes, implementando otras opciones como agua, jugos naturales y alternativas saludables.
Por su parte, el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA) comunicó en marzo de 2020, que, a partir de mayo de este año, el etiquetado nutricional en Colombia presentará cambios, ajustándose a los nuevos requisitos técnicos. De acuerdo con la reglamentación sanitaria vigente los fabricantes tendrán plazo hasta agosto de 2022 para ajustar sus versiones.
Brindar una información clara y sencilla para el consumidor, se suma a las distintas razones que apalancan la decisión de ajustar el etiquetado nutricional.}
Estos son algunos de los cambios que se proponen:
- Los productos que sean altos en grasas saturadas, sodio o azúcares añadidas deben incluir un sello monocromático frontal de advertencia.
- El contenido de nutrientes se debe presentar por 100 gramos, 100 mililitros o porciones.
Las iniciativas nacionales y locales están, insisten y tratan de mediar con la estabilidad del sector productivo del país, que también es base de la sostenibilidad económica nacional. Un debate que cada día se hace más intenso, de cara a la necesidad de controlar la salud pública nacional en este sentido.