Históricamente, los hechos violentos o desastres naturales importantes- que se llevan a su paso la estabilidad emocional de cientos, miles y hasta millones de personas- permanecen como evidencia en comportamientos propios de traumas dejados por lo vivido. Así, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) entra a ser una afección de salud mental que algunas personas desarrollan tras experimentar o ver algún evento traumático. Básicamente, el TEPT responde a la imposibilidad de recuperarse después de experimentar o presenciar un evento atemorizante.
De estos miedos comenzó a hablarse después de la Segunda Guerra Mundial. En 1941 el psiquiatra estadounidense Abram Kardiner publicó “Las Neurosis Traumáticas de la Guerra” donde habló del “Síndrome Traumático Patológico”, en el cual las personas expuestas al trauma tenían una percepción alterada de sí mismos en relación con el medio ambiente.
Pero no fue sino hasta después de la Guerra de Vietnam cuando- tras varios estudios científicos con personas traumatizadas en ambientes civiles y esfuerzos de la Sociedad Psiquiátrica Americana, en 1980- se incluye el término trastorno por estrés postraumático, dentro del Manual de Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, tercera edición (DSM-III). Ahí se incluyen, como criterios diagnósticos, 27 síntomas comunes de las neurosis traumáticas.
El mundo ha definido sus dinámicas de convivencia luego de eventos violentos importantes: guerras, pobreza, violencia, desastres naturales, que- en masa- afectan la vida y la estabilidad emocional de muchas personas a la vez. Un evento particular que durante este año ha afectado al mundo de manera simultánea ha sido la pandemia por Covid-19, que sin duda se ha llevado consigo la tranquilidad física y mental de muchas personas: confinamientos, miedo a enfermarse, cambios de hábitos, muertes inesperadas vividas y asumidas de una manera distinta, forman parte de un compendio de situaciones ocasionados por la nueva enfermedad.
Sin duda, una vez que pase la pandemia y la situación sanitaria del mundo se estabilice quedará un efecto post traumático en buena parte de la población del planeta. Para conocer sobre la situación entrevistamos a Paloma Carvajalino, psicóloga clínica, quien asegura que los efectos de estrés post traumático han comenzado a evidenciarse sin que la pandemia termine.
Las consultas psicológicas por causa de este diagnóstico han aumentado significativamente debido a los confinamientos y al miedo de enfrentarse a la enfermedad, tras la obligación de salir de nuevo.
“Ahora es que se están viendo los estragos del encierro, del aislamiento, pero especialmente del distanciamiento social, que incluye además un cambio en las rutinas muy importante. El estrés postraumático se refiere a un trastorno o a una condición, que puede llegar a padecer una persona tras sufrir o atravesar una circunstancia emocional y psicológica especialmente fuerte, que es precisamente lo que se ha vivido en los últimos meses por el Covid-19″.
Las formas de vivir la muerte y el duelo también han cambiado con el nuevo Coronavirus: muertes inesperadas y la imposibilidad de una despedida presencial complican el panorama. Esa despedida, necesaria en el proceso de aceptación de la pérdida de un ser amado, se ha visto alterada por el Covid-19.
Eso resulta en efectos traumáticos que terminan afectando a la persona que padece el trastorno y a su entorno familiar. En palabras de la experta, son muchas las implicaciones que trae consigo el estrés postraumático, en el contexto sanitario actual.
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Ejemplifica una situación de afectación de estrés postraumático con un padre que, a partir de fobias marcadas por la pandemia, teme volver a salir de su casa por miedo a enfermarse. Su conducta terminará afectando la capacidad de sus hijos pequeños de socializar, “absolutamente necesarios en el desarrollo humano”. “En términos laborales, los empleados pueden empezar a manifestar ansiedad y, como consecuencia, su efectividad laboral empezará a decaer”.
El trastorno de estrés post traumático puede durar desde meses hasta años y suele estar marcado por episodios que recuerdan el trauma y causan intensas reacciones emocionales y físicas.
Entre los síntomas más frecuentes del trastorno se encuentran: pesadillas o recuerdos repentinos, reacciones exageradas a los estímulos, ansiedad o depresión, ataques de pánico, fobias a determinadas situaciones o cosas, pérdida de motivación y extremo estado de alerta.
Según el Colegio Oficial de Psicología de Madrid, los más expuestos a padecer estrés postraumático en el contexto de la pandemia son el personal sanitario (médicos, psicólogos, enfermeros, auxiliares).
Según el servicio de salud mental del Hospital Psiquiátrico 12 de Octubre, de Madrid, en un estudio realizado en la epidemia SARS 2002-2003, con profesionales de la salud, se concluyó que a los dos años se había incrementado la depresión mayor en un 2%, el trastorno por estrés post traumático en un 2%, el abuso de sustancias (alcohol, tranquilizantes) en un 2% y los trastornos de pánico un 1%.
“Para que esto quede atenuado tenemos que saber qué pondera negativamente los factores de riesgo o estresantes del personal sanitario, como la escasez de medios de protección y diagnóstico (test), los contagios de sus amigos o familiares, los dilemas morales sobre la elección de pacientes graves a los respiradores en las UCI y la experiencia propia del Covid-19 con síntomas moderados o graves”.
Colegio Oficial de Psicología de Madrid.
Carvajalino asegura que el estrés postraumático, generado en este caso por los devastadores efectos de la nueva enfermedad, es una situación de salud pública que tiene que ser atendida, de manera preventiva y proactiva, por el Estado. Para ella, el Gobierno nacional debe prepararse para atender la ola de casos que se están gestando en el contexto actual, con la intención de darle el manejo adecuado, de cara a una salida exitosa y sana.
“El Gobierno nacional tiene que revisar todos los lineamientos, las normativas y los cubrimientos que tienen nuestras entidades de salud con respecto a la consulta por psicología y por psiquiatría, pues la salud mental no es un juego”.