Es cuestión de equilibrio. A pesar de que está demostrado científicamente que comer carne roja en exceso promueve enfermedades crónicas, resulta que evitarlos definitivamente también tiene otras implicaciones. Según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el mundo hay más de 1.500 millones de personas que no pueden permitirse una dieta con los niveles necesarios de nutrientes esenciales y los animales son una fuente vital de proteínas en forma de leche, carne y huevos, al alcance económico de muchos.
Se trata de que, si bien las consecuencias de la ganadería están afectando al planeta por los excesos en el consumo de carne roja y lo ambicioso que se ha vuelto el negocio, también está la otra cara de la realidad del mundo: la pobreza.
En palabras de Carin Smaller, directora de agricultura, comercio e inversión en el Instituto Internacional de Desarrollo Sostenible (IISD por sus siglas en inglés), “Se pueden encontrar alimentos nutritivos en muchas cosas: legumbres, frutas y vegetales, pero el sector ganadero es clave y los lácteos son clave».
Al respecto, un informe sobre hambre y cambio climático publicado hace unas semanas por Ceres2030 en colaboración con el IISD, el Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria (IFPRI) y la Universidad de Cornell, resalta la indispensable relación entre a ganadería y el sustento.
Lea también: conozca cuáles son los alimentos que ayudan a mantener elevadas las defensas del cuerpo
«Cereales como el arroz y el maíz han ayudado a personas de muchos países para satisfacer un mínimo de calorías, aunque centrarse en estos cultivos ha desincentivado la producción de una serie de otros alimentos, incluyendo los procedentes de fuentes animales, que son nutricionalmente mejores”.
Isabelle Baltenweck, del Instituto Internacional de Investigación sobre Ganadería asegura que la ganadería permite una forma de vida a millones de trabajadores de granjas, pastores y pequeños propietarios con acceso limitado a la tierra. Ese soporte crítico y sus reconocidos beneficios nutricionales, convierten a los animales en parte importante de los esfuerzos por eliminar el hambre y la malnutrición.
La herramienta estadística multidimensional, Global Hunger Index reveló hace un par de semanas que alrededor de 690 millones de personas en todo el mundo padecieron hambre crónica en 2019, lo que supone más de dos veces la población de Estados Unidos. La situación empeorará con los resultados económicos de la pandemia del Covid-19, especialmente, en África subsahariana y en el sureste de Asia.
De cara a esta situación, el proyecto Ceres2030 asegura que hacen falta 282 mil millones de euros para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU con el fin de “terminar con toda forma de hambre y malnutrición en 2030”. En torno a esta situación, y tras lograr un equilibrio adecuado en el consumo de alimentos, resulta imperante considerar que la ganadería, el consumo de carne roja y lácteos son una de las fuentes de alimentos más asequibles del mundo, sin dejar a un lado la generación de empleos que de ella se desprenden.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la clasificación de la carne roja como Grupo 2A, probablemente cancerígena, se basa en evidencia limitada procedente de estudios epidemiológicos que muestran una asociación positiva entre el consumo de carne roja y el desarrollo de cáncer colorrectal.
La evidencia limitada significa que una asociación positiva se ha observado entre la exposición al agente y el cáncer, pero que no se pueden descartar otras explicaciones para las observaciones (denominado técnicamente sesgo o confusión).
“La evidencia más fuerte, aunque todavía limitada, de asociación con el consumo de carne roja es para el cáncer colorrectal. También hay evidencia de enlaces con cáncer de páncreas y cáncer de próstata”.
OMS
No pasa lo mismo con la carne procesada: el Grupo de Trabajo del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer concluyó que el consumo de carne procesada causa cáncer colorrectal. También se vio una asociación con el cáncer de estómago, pero la evidencia no es concluyente.