En entrevista, Carolina Wiesner, directora del Instituto Nacional de Cancerología, analiza el avance del cáncer de mama y los retos del sistema de salud.
Redacción Gestarsalud
Este martes se conmemoró el día mundial de la lucha contra el cáncer de seno, una enfermedad de la que se habla cada año por estos días, pero que, tal como muestran los indicadores, aumenta su incidencia (casos nuevos) y se consolida como una de las principales causas de muerte de las mujeres colombianas.
El año pasado, el primero de la pandemia, 48 de cada 100.000 mujeres en el mundo fueron diagnosticadas con cáncer de mama y murieron cerca de 685.000, según la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC). Y en Colombia para el 2020 se diagnosticaron 15.509 casos nuevos, de los cuales la mitad (50,6 por ciento) fueron detectados en estadios avanzados y fallecieron 4.411 mujeres, según las cifras que presenta el Instituto Nacional de Cancerología (INC), entidad de referencia en temas oncológicos para el país.
El INC resalta con preocupación que en la última década cada año el porcentaje de mujeres que mueren por cáncer de mama aumenta entre 2,7 y 6,4 por ciento. En otras palabras, esta enfermedad cobra cada vez más víctimas.
Carolina Wiesner es médica, especialista en filosofía, magister en salud pública de la Universidad de Tokio y es investigadora de la IARC y del INC, donde se desempeña como directora general desde el 2015. Es, por tanto, una de las principales autoridades en temas de cáncer en Colombia y una voz clave para entender la dinámica de esta enfermedad en el país.
Wiesner habló con el portal informativo de Gestarsalud en el marco del día de la lucha contra el cáncer de mama y explicó cómo las inequidades del sistema de salud afectan el pronóstico de muchas mujeres con la enfermedad, especialmente aquellas en condición de vulnerabilidad.
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Si bien es una tendencia mundial, ¿por qué está aumentando el cáncer de mama en Colombia?
Es una tendencia mundial y está claro que a mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH), mayor riesgo en la incidencia de cáncer de mama porque cuando mejora la calidad de vida, las mujeres viven más, entonces hay una mayor expectativa de vida y una mayor proporción de mujeres por encima de los 60 años que permanecen vivas durante mucho tiempo. Es decir, a mayor edad, mayor riesgo de tener una mutación en la glándula mamaria. Y por supuesto esta incidencia ha aumentado con los años.
En ese caso, ¿cuáles son las poblaciones más vulnerables frente a esta enfermedad en nuestro país?
Dado que el cáncer de mama se asocia con el Índice de Desarrollo Humano en las regiones y ciudades en donde se presentan estás condiciones se concentran los factores de riesgo para esta enfermedad. Por esta razón, el mayor riesgo para desarrollar cáncer de mama está en las grandes ciudades. En Colombia, el mayor riesgo se encuentra en la región Caribe y en la región Andina y en las ciudades capitales de estos, como Cali, Barranquilla, Santa Marta, Bucaramanga y Cúcuta.
En una mirada más estructural, ¿todas las mujeres en Colombia tienen las mismas oportunidades frente al cáncer de mama?
Evidentemente la mayor oferta de servicios, es decir, el talento humano especializado, los mamógrafos y los centros oncológicos, se concentran en las grandes ciudades. ¿Por qué? Porque hay una mayor incidencia y mortalidad allí. Sin embargo, es claro que una mujer que vive en municipios pequeños o que de pronto no tiene los mismos factores de riesgo que una en una zona urbana no cuenta con iguales condiciones de acceso y oportunidad. Este es un reto para el sistema de salud por la fragmentación que se da y la no implementación clara de las rutas integrales para la atención del cáncer de mama. Entonces sí, los estudios muestran inequidades en el acceso al tratamiento.
¿Cuál es la realidad hoy para una mujer en tiempos de espera? Es decir, ¿cuánto tiempo suele pasar entre el comienzo de los síntomas, el diagnóstico, el comienzo de tratamiento y la sobrevida?
Los tiempos de oportunidad, si bien se han mejorado, pueden llegar a seis meses para alcanzar el inicio del tratamiento. De acuerdo con los datos de la Cuenta de Alto Costo -que es la que nos da las cifras en términos de oportunidad-, el 37 por ciento de las mujeres que asisten a los servicios de salud en Colombia presentaron demoras mayores a 6 meses. Entre la sospecha médica y el diagnóstico pueden presentarse 70 días, y entre el diagnóstico y el tratamiento 123 días, estos son los datos que nos da la Cuenta de Alto Costo.
¿Por qué persisten esas brechas en la atención a las mujeres con cáncer de mama?
En Colombia realmente no tenemos un programa organizado de tamización que cumpla varias condiciones, como por ejemplo que haga una invitación sistemática a todas las mujeres según el grupo de edad a un lugar y una fecha a donde se les practique la mamografía de tamización -que tiene unas características distintas a las mamografía diagnóstica-. Una vez se hace la mamografía la respuesta a la lectura debe ser rápida, en 8 días o 10 días, y si a una mujer le dicen: “Su mamografía le salió con una alta sospecha de malignidad”, la toma de biopsia debería demorar menos de 15 días con cita asignada inmediatamente porque esto genera angustia y estrés. Luego si se confirma la sospecha diagnóstica mediante biopsia, entonces debe iniciar el tratamiento de inmediato.
Esos programas de tamizaje organizado supongo que deberían ser esfuerzos colectivos, ¿pero quién es el actor aquí llamado a liderar estos procesos?
El Ministerio de Salud tiene la rectoría del sistema general de seguridad social, da las directrices y emitió las rutas de atención. Dentro de estás está la de cáncer, que es un mandato que los aseguradores deben cumplir. Sin embargo, yo diría que hay un problema estructural y muchas veces el asegurador no tiene mirada territorial. Desde la perspectiva de salud pública siempre hemos sabido que es un reto para el sistema actual poder invitar, por ejemplo, a todas las mujeres que viven en la zona sur de Bogotá a centros de tamización especiales. Mirando otros institutos de cáncer en el mundo, creo que el INC debería jugar un papel importante en la organización de los programas de detección temprana y aspiraría que algún día que volviéramos a tener la competencia y la función para ayudar y asistir a los entes territoriales y las aseguradoras a organizar estos programas de tamización.
Usted ya decía que la mayoría de las instituciones de atención de cáncer se concentran en capitales, pero ¿qué pasa con una mujer que no está en esas ciudades o regiones donde no se concentran los servicios oncológicos?
Lo que nosotros hemos visto es que los mamógrafos disponibles en las regiones son suficientes, así que habría que mirar el cuello de botella para explicar la baja cobertura de mamografía en mujeres mayores de 50 años. Por eso habría que tener una mayor organización para que cuando a las mujeres que cumplen los criterios de edad se les invite puedan participar y no dependa de que tienen que pedir cita al médico general y luego ser remitidas a los especialistas. El ideal es que ellas lleguen directamente a realizarse la mamografía sin la mediación de la consulta médica, lo que creo es una barrera. Las mujeres mayores de 50 años deberían tener acceso libre a los centros mamográficos sin tener que estar mediado por una consulta médica.
¿Cuáles son las principales necesidades en materia de infraestructura que tiene el país para garantizar la atención oportuna para todas las mujeres frente al cáncer de mama?
Yo diría que otro cuello de botella para las mujeres que tienen alteraciones mamográficas es el talento humano capacitado para realizar las biopsias. Tendríamos que mejorar las competencias de los médicos especialistas en realizar biopsias y por supuesto la infraestructura para hacer ese procedimiento.
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¿Cómo afecta el pronóstico esa insuficiencia de profesionales especializados en algunas regiones?
Es cierto que los diagnósticos se concentran en las grandes ciudades, donde generalmente están el mastólogo, el radiólogo y el profesional especializado en biopsias mamarias, y a veces para las mujeres de las regiones no es tan fácil encontrar está oportunidad.
¿Cómo estamos en cuanto a profesionales capacitados frente a otros países?, ¿tenemos los suficientes profesionales especializados?
Médicos generales, que son los que realizan el examen clínico de mama, hay suficientes por todo el país, faltaría hacer un énfasis en la capacitación y el entrenamiento para hacer un adecuado examen clínico y tener la capacidad de solicitar y leer las mamografías, porque son ellos los que ven a las mujeres cuando tienen necesidad de hacerse mamografía. Cirujanos no oncólogos, ginecólogos, por ejemplo, que reciben a todas las mujeres y también pueden hacer palpación de la mama y pedir la mamografía tenemos suficientes, y cuando comparamos el número de mastólogos disponibles en el país, es decir cirujanos de seno, que estén en capacidad de hacer el tratamiento la buena noticia es que el país ha incrementado en el número de especialistas. Todavía resulta insuficiente el personal capacitado adicional, es decir, otros especialistas que puedan hacer biopsias, eso sería el ideal.
La última pregunta va relacionada con la pandemia. ¿Qué tanto ha afectado el covid-19 la atención del cáncer de mama en Colombia?
En la medida en que la estrategia poblacional más importante para disminuir el riesgo de transmisión del virus fue el aislamiento, “el quédate en casa”, sí se vio en el mundo una disminución en el número de diagnósticos nuevos de cáncer. Esto porque todas las personas que tenían sospecha de cáncer prefirieron quedarse en casa mientras paraba la pandemia o bajaba el pico por el riesgo a una infección. El problema es que cuando esos casos se diagnostiquen van a estar en estadios más avanzados de la enfermedad. Y eso lo hemos visto ya en el Instituto.
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