Un estudio evidenció que el 34,9 por ciento durmieron menos de lo recomendado para su edad.
Redacción Gestarsalud
Una preocupación latente se ha suscitado en los últimos años entre los profesionales de la salud pública, los educadores y los médicos acerca de los malos hábitos del sueño en menores de edad. Este fenómeno ha despertado la necesidad de explicar a los padres sobre la importancia de que los bebés, niños y adolescentes cumplan con las horas de sueño recomendadas.
En concreto, la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño (AASM) recomienda que los bebés de 4 a 12 meses deben dormir de 12 a 16 horas por día; los niños de 1 a 2 años de 11 a 14 horas; los de tres a cinco años de 10 a 13 horas; los de seis a 12 unas 9 o 12 horas y los adolescentes de 13 a 18 años deben dormir de 8 a 10 horas diarias, esto con el fin de evitar riesgos de salud por falta de sueño.
En ese sentido, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), por sus siglas en inglés, mediante un estudio clínico analizaron datos de la Encuesta Nacional de Salud Infantil (NSCH) 2016-2018, para evaluar la prevalencia de la duración del sueño breve en los niños y sus implicaciones. El estudio incluyó a 99.842 personas de 4 meses a 17 años.
Hallazgos del estudio
El estudio evidenció, a través de una encuesta realizada a los padres, que el 34,9 por ciento de los pequeños de 4 meses a 17 años durmió menos de lo recomendado para su edad. Descansaron lo indicado el 31,2 por ciento de los adolescentes de 13 a 17 años y el 40,3 por ciento de los lactantes de 4 a 11 meses.
Adicionalmente, el porcentaje de personas de 4 meses a 17 años con una hora regular para acostarse fue del 33,9 por ciento en general y osciló entre el 23,8 por ciento entre los adolescentes y el 43,5 por ciento entre los lactantes.
Uno de los hallazgos más relevantes de este estudio fue que el sueño de corta duración estuvo más presente en los grupos minoritarios raciales y étnicos, las personas con un nivel socioeconómico bajo, los niños con padres que tienen nivel educativo bajo y las personas con necesidades especiales de atención médica.
El estudio corroboró que los problemas del sueño se asociaron con varios determinantes sociales de la salud como la pobreza, la inseguridad alimentaria y el racismo percibido, que pueden aumentar el estrés crónico y agudo y dar como resultado factores ambientales y psicológicos que afectan negativamente la calidad del sueño y pueden agravar considerablemente su duración.
Los investigadores mencionan como factores que los padres pueden enfrentar varios desafíos para garantizar que sus bebés, niños y adolescentes tengan un sueño suficiente y de calidad. Por ejemplo, hay papás que tienen varios trabajos o que trabajan por turnos y esto puede generar dificultades para implementar una hora regular para que sus pequeños se acuesten. De hecho, solo el 27,5 por ciento de los niños tenían una hora regular para acostarse frente al 38,6 por ciento que no tenía una hora regular.
Además, el trabajo determinó que la situación de vivienda de una familia puede también dificultar el ideal de un ambiente de sueño tranquilo y cómodo debido al ruido, la falta de espacio para dormir o por residir en barrios perturbadores, inseguros o violentos.
Otro de los hallazgos más relevantes constató que la prevalencia del sueño corto fue mayor entre los niños con necesidades especiales de atención médica, con un 38,3 por ciento, en comparación con aquellos que no tenían necesidades especiales, con un 34,1 por ciento.
Finalmente se demostró que la prevalencia de sueño insuficiente fue más alta entre los adolescentes de 14 a 17 años y más baja entre los niños de 6 a 9 años.
Implicaciones en los niños
Frente a las implicaciones en los niños, el estudio indicó que un mal hábito de sueño puede afectarlos creando mayor riesgo de padecer problemas de salud física, obesidad, diabetes tipo 2, problemas de salud mental, problemas de atención y conducta, problemas de salud mental y un desarrollo cognitivo deficiente.
Por ello se resaltó la necesidad imperante de que los padres puedan ayudar a sus niños a dormir el tiempo que necesitan apoyando buenos hábitos de sueño, como estableciendo una hora regular para acostarse.
Por otro lado, los expertos dijeron que es indispensable que los padres visiten a los médicos ya que estos pueden orientarlos sobre la importancia del sueño en todas las edades y discutir las rutinas y los problemas, pues al asesorar a los padres sobre cómo mejorar el sueño en sus niños también se deben considerar los desafíos que podrían enfrentar debido a su contexto social y ambiental.
Adicionalmente, el estudio destaca la importancia de controlar el uso de dispositivos electrónicos que están apareciendo de manera vertiginosa en el mundo.
En ese sentido, un estudio llevado a cabo por PiLeJe, laboratorio francés, mostró recientemente que los niños de 6 a 17 años están presentando un fenómeno llamado ‘vamping’, en el que utilizan las horas de la noche para consumir grandes cantidades de contenido de redes sociales y juegos por medio de dispositivos electrónicos. En concreto, el 52 por ciento de los niños y adolescentes revisó su celular antes de dormirse, porcentaje que se eleva hasta 68 puntos entre los 14 y 17 años.