«Con toda la ilusión esperé a mi primer hijo. Hice un curso psicoprofiláctico para aprender un poco más sobre lactancia, recomendaciones post parto y cuidados del recién nacido. Me enteré que mi bebé sería un niño, a través de una ecografía de rutina durante una hospitalización. Estaba sola. No tuve con quién compartir mi alegría. Jamás imaginé que el alumbramiento de mi primer hijo sería la experiencia más dolorosa de mi vida. Ocho años después, con otro parto y dos intervenciones quirúrgicas vividas, nada ha sido más desafiante y doloroso, física y emocionalmente, como el parto de mi primogénito». Este es el relato de Alejandra Piña, quien cuenta su historia en este artículo y cómo sin saberlo, fue víctima de violencia obstétrica.
Ella, como muchas, desconocía sobre la violencia obstétrica. En ese momento, no sabía cuáles eran sus deberes y derechos como mujer gestante. Actualmente, muchas siguen en desconocimiento de este flagelo. Se suele hablar de violencia de género y de violencia psicológica, pero hay un tipo de violencia que en muchas sociedades ha sido ignorada y deja muchas secuelas: la violencia obstétrica.
Juan Carlos Silva, ginecobstetra de la Universidad del Rosario, define la violencia obstétrica como todo acto que por omisión o acción afecta la salud psicológica, emocional o física la mujer embarazada, en cualquier momento de su atención, no solo durante el parto.
«Un acto de violencia obstétrica se da cuando, por ejemplo, durante una consulta prenatal la paciente no es escuchada, no se le resuelven las dudas o no se le dedica tiempo adecuado de consulta. También se da cuando, al momento del parto, se hacen comentarios inapropiados o hay maltrato verbal por parte del equipo médico o paramédico que está con la paciente».
A consideración del experto, el proceso de embarazo, parto, lactancia y crianza deben ser etapas placenteras en la vida de una mujer. Estas etapas, legal y humanamente, deben ser vividas de forma feliz, con amor y con el acompañamiento de profesionales de la salud, que brinden apoyo y seguridad durante todo el proceso.
Si, por el contrario, estas experiencias son traumáticas, la principal afectación será psicológica y los resultados se ven en la sensación de inseguridad que experimentará la mujer y en los temores que tendrá para pensar en futuros embarazos. Eso afecta las dinámicas familiares y la evolución natural de la especie. El parto no debe convertirse en un acto traumático e indeseable.
“Lo más importante es que la paciente esté bien informada y atendida. Hacerla partícipe de su proceso de gestación y que no sienta que se trata de una consulta más. Ella debe sentirse segura y cómoda. Hay que explicarle de forma clara y amplia los diferentes cambios físicos y emocionales que tendrá. Es necesario darle seguridad y tranquilidad. Si logramos esto, con seguridad tendrá un parto más tranquilo, con mejor autocontrol por parte de la paciente y un desenlace feliz.».
Juan Carlos Silva, ginecobstetra de la Universidad del Rosario.
Lea tambien: Latinoamérica, segunda región con mayor tasa de embarazo adolescente
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en una declaración publicada en el año 2015 condenó las agresiones que sufrían las mujeres en el mundo en el contexto reproductivo hospitalario. Aunque la OMS no usa la terminología de violencia obstétrica, considera que existen acciones que vulneran los derechos de la mujer.
«Maltrato físico, la humillación y la agresión verbal, los procedimientos médicos coercitivos o no consentidos (incluida la esterilización), la falta de confidencialidad, el hecho de no obtener el consentimiento plenamente informado, la negativa a suministrar medicación contra el dolor, las graves violaciones de la intimidad, la denegación de admisión a los centros de salud, el abandono de las mujeres durante el parto, que puede llevarlas a sufrir complicaciones evitables y que puede amenazar su vida, y la detención de las mujeres y sus hijos recién nacidos en los centros, tras el parto, debido a su incapacidad para hacer frente al pago».
Según la OMS todas estas son formas de violencia que ponen en peligro el derecho a la vida, a la salud, a la integridad física y a no ser objeto de discriminación.
En el 2019 la Relatora especial de la Organización de las Naciones Unidas en materia de derechos de la mujer, Dubravka Šimonović, emitió un informe sobre la violencia contra la mujer en centros de salud reproductiva. Con énfasis en el parto y la violencia obstétrica. En el texto señalaba que se trata de un problema «sistemático y generalizado» y que no ha sido abordado desde la perspectiva de derechos humanos.
Algunas formas de violencia obstétrica se reconocen de la siguiente manera:
No atender oportuna y eficazmente las emergencias obstétricas.
Obstaculizar el apego precoz del niño o niña con su madre. Sin causa médica justificada, negándole la posibilidad de cargar o amamantar al bebé inmediatamente al nacer.
Alterar el proceso natural del parto de bajo riesgo, mediante el uso de técnicas de aceleración. Sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.
Practicar el parto por vía de cesárea, existiendo condiciones para el parto natural, sin obtener el consentimiento voluntario, expreso e informado de la mujer.
Actualmente, en el Congreso de la República se tramitan leyes para reglamentar la atención humanizada del parto y para penalizar la violencia obstétrica.
Actualmente en Colombia se practica el parto humanizado, como una forma de evitar cualquier tipo de vulneración a la mujer durante el parto y de preservar el bienestar del recién nacido a través de rutinas de apego y respeto. El país en la actualidad se rige por la Resolución la 3280 de 2018, en la cual quedan especificados los lineamientos de un parto, enmarcados dentro de una ruta de atención a la gestante.
Explica el doctor Silva que todas las instituciones colombianas hoy en día cuentan con protocolos de atención a la mujer gestante, que incluye buenas prácticas, desde el momento del ingreso de la paciente a la institución hasta su salida. En la resolución se estipulan los derechos que tiene la mujer gestante durante su atención: comunicación eficaz, recibir información precisa y oportuna, el derecho a estar acompañada durante el proceso y labor de parto, tener la libertad de querer o no la analgesia, el contacto piel a piel con el recién nacido, lactancia materna inmediata. “Todo contemplado dentro de los lineamientos médicos que aseguren el bienestar del bebé y de la madre”.