Anosmia: la pérdida del olfato y sus implicaciones en las dinámicas cotidianas

La pérdida del olfato ha sido uno de los comportamientos determinantes en el diagnóstico o sospecha de COVID-19. Entre los síntomas que diferencian al nuevo coronavirus de otras patologías de su tipo destaca la anosmia; un trastorno de pérdida de olfato que puede presentarse por causas como cargas virales o pólipos nasales, entre otros, y que afecta en el mundo entre 1 y 3 personas de cada 100.

Es casi imposible imaginar cómo sería nuestra vida sin uno de los sentidos básicos.  Sin embargo, para cerca del 5 % de la población, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la pérdida de olfato es una realidad que conlleva al deterioro de la calidad de vida. Además, los pacientes pueden experimentar también la pérdida del gusto, ya que algunas vías nerviosas son compartidas por estos dos sentidos y la pérdida de uno de ellos afecta directamente al otro, en el caso de un diagnóstico de anosmia.

Según la OMS más de 4 de cada 10 pacientes suelen tener pérdida de olfato y gusto. El síntoma aparece con mayor frecuencia en la primera semana de la enfermedad, y puede ir acompañada de fiebre y tos. Hasta ahora no se sabe cuánto tiempo dura la pérdida de gusto y olfato por coronavirus, pero un estudio publicado en JAMA Network  indica que alrededor del 80 % de los pacientes recupera el olfato y el gusto de forma espontánea a las cuatro semanas. Algunos pacientes padecen anosmia meses después de haber superado la COVID-19; esta condición es considerada una secuela permanente de la enfermedad.

La anosmia es un estado médico que afecta también los instintos de supervivencia y puede llevar a los pacientes a situaciones de peligro, pues situaciones como detectar el humo de un incendio o un escape de gas pasan inadvertidos y pueden poner en riesgo la vida de quien padece el trastorno.

Esta afección puede ser secundaria a patologías como enfermedades inflamatorias, rinitis alérgica, enfermedades neurodegenerativas, Alzheimer o Parkinson, además, como secuela de resfriados o tumores en los conductos nasales.

Foto cortesía: Pexels (Andrea Piacquadio).

Una de las causas más frecuentes de la anosmia es la presencia de pólipos nasales (masas benignas que se desarrollan en la cavidad nasal). Estos se caracterizan por la presencia de obstrucción nasal, dolor facial, secreción nasal y la anosmia.

En materia económica los pólipos nasales generan grandes costos para los sistemas de salud. Según cifras aproximadas a nivel mundial, en el año 2019 los pacientes que solo recibieron tratamiento médico por este diagnóstico tuvieron gastos de alrededor 13.000 dólares por pacientes.

Explica la doctora Diana Martínez médico de enlace científico de inmunología para Sanofi Colombia, que se ha demostrado en varios estudios científicos y guías internacionales, la gran carga emocional que conlleva la enfermedad para quienes la padecen, pues suelen presentar bajos niveles de concentración acompañados de altas cargas de frustración e irritabilidad. «Los pacientes viven con depresión, con poca interacción social, tristeza y vergüenza».

Una de las recomendaciones que hacen los expertos es consultar a un profesional de la salud en el caso de que se presente pérdida del olfato, obstrucción nasal u otros síntomas asociados, pues más allá de la posibilidad de presentar infección por SARS-CoV-2, podría cursar alguna de las patologías mencionadas anteriormente y correr el riesgo de perder permanentemente uno de los sentidos más importantes para la cotidianidad de la vida.

Hasta la fecha no hay evidencia de que haya terapias efectivas en pacientes con anosmia, relacionada con COVID-19. Sin embargo, los profesionales recomiendan un entrenamiento olfativo que implique la repetición y exposición de un conjunto de olores (limón, rosa, clavo y eucalipto) durante 20 segundos cada uno, dos veces al día, durante, al menos, 3 meses. El citrato de sodio intranasal, la vitamina A intranasal o el omega-3 serían otras opciones terapéuticas.

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