Hace ya más de dos siglos que las vacunas llegaron con la intención de erradicar enfermedades que, hasta el momento, acababan con la vida de cientos y miles de personas de manera casi simultánea, por la falta de un tratamiento efectivo. En la actualidad, una gama amplia de biológicos se ha adaptado a los programas de salud pública en la mayoría de los países del mundo, pero resulta asombroso, y hasta indignante, que en algunas regiones del planeta aún no existan programas de vacunación, que les proporcionen a sus poblaciones la protección necesaria para superar enfermedades prevenibles. También, hay aún quienes se oponen a las vacunas como mecanismo de prevención.
Durante siglos, las epidemias afectaron a personas de todo el mundo y las enfermedades solían ser graves, hasta que, en 1796, el médico inglés Edward Jenner descubrió una forma de proteger a las personas de la viruela, a través del desarrollo de la primera vacuna. De este modo, comenzaron a aparecer otros desarrollos, pero hasta el siglo XX la vacunación empezó a ser una de las medidas de mayor impacto en salud pública, pues con su administración se ha conseguido disminuir la carga de enfermedad y la mortalidad por enfermedades infecciosas en la infancia.
Explica la Asociación de Enfermería Comunitaria que, con excepción del acceso al agua potable, no ha habido otra medida preventiva o terapéutica, ni siquiera con los antibióticos, que haya tenido mayor efecto en la reducción de la mortalidad de la población de todo el mundo, como la lograda con las vacunas. En Colombia, según explicó el médico pediatra e infectólogo de enfermedades transmisibles del Ministerio de Salud y Protección Social, José Alejandro Mojica, el Programa Ampliado de Inmunización (PAI), que se despliega en el país de manera gratuita, ofrece 21 biológicos para proteger de 26 enfermedades, con vacunas dirigidas a niños menores de 5 años, quienes deben ir 8 veces a vacunarse en este tiempo.
En el país se vacunan a las niñas escolares, de 9 años de edad contra el Papiloma Humano; a las embarazadas contra la influenza, a la semana 17, y contra la tosferina, a la semana 26; y a los adultos mayores de 60 años, niños menores de 5 años y personal de la salud contra la influenza.
Algunas vacunas administradas en la infancia no inducen inmunidad para toda la vida, por lo que, si los programas no se refuerzan con dosis posteriores, las personas vacunadas se vuelven de nuevo susceptibles a determinadas enfermedades. En este sentido, es importante extender las políticas o recomendaciones de vacunación a estos grupos de población, a partir de los 16 años de edad, cuando finalizan las recomendaciones de vacunación del calendario infantil, para complementar los programas de vacunación y reforzar su impacto en el control de las enfermedades.
En pocas palabras las vacunas han resultado ser la forma más sencilla y efectiva para provocar la generación de defensas (anticuerpos) que protegen a las personas de agentes infecciosos. Pero, a pasar de que esto está científicamente demostrado, aún existen culturas arraigadas y filosofías que se oponen a las vacunas , y defienden la capacidad del cuerpo humano de combatir estas enfermedades por sí solo.
La Organización Mundial de la Salud estima que, gracias a las vacunas, se evitan entre dos y tres millones de muertes cada año. Sin embargo, al no llegar a todo el mundo, dos millones de personas fallecen anualmente por patologías prevenibles. La poliomielitis, un mal que ocasiona terribles secuelas, está cerca de su erradicación gracias a la inmunización, que también ha logrado rebajar la mortalidad del sarampión en un 74% en solo una década (de 2000 a 2010).
Rino Rappuoli, microbiólogo, investigador y promotor de la vacuna contra la tosferina, considera que «el 99% de la gente que está en contra de las vacunas en realidad no lo está». Cree que todo es un problema de educación y mala memoria. “Los antivacunas lo son porque, gracias a las vacunas, nunca han visto estas enfermedades. Nuestra esperanza de vida es de 85 años y lo dan por sentado, pero si vivimos 40 años más es porque hemos conquistado a estos microorganismos”.
“Esta es una de las conquistas más grandes que ha hecho el ser humano jamás. Somos la generación con más suerte que jamás ha habido en este planeta, la primera en tres millones de años que tiene el lujo de vivir 85 años. Hemos fracasado al comunicar y educar sobre esta conquista. Los jóvenes deben ser conscientes de que estos microorganismos no se han ido, quitando la viruela, y si dejamos de vacunar volverán. Podemos volver atrás y vivir otra vez 47 años”, sentencia.