El Covid-19 se ha convertido en una de las enfermedades más temidas del año. Su veloz contagio, complicaciones y falta de evidencias en la ciencia tienen al mundo alarmado, y en busca de alguna salida, que nos regrese la normalidad, y con ella, la calma.
Colombia hoy supera los 11 mil casos positivos y lamenta el desceso de casi 500 personas, pero detrás de este temido virus redondo y cubierto de coronas también se tejen historias de sobrevivencia, que valen la pena resaltar. Datos del Instituto Nacional de Salud revelan que de los más de 11 mil casos positivos que se han reportado, ocho mil 185 continúan activos y dos mil 822 han superado la enfermedad (24.33%).
En este importante porcentaje está Daniel Felipe Vega Cañón, un joven de 19 años, quien ha sido testigo de superación de dos de las enfermedades que más ocupan a la ciencia hoy: Cáncer y Covid-19.
Su vida transcurría en los pasillos de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, donde cursa el quinto semestre de cine y televisión. Es beneficiario del programa Ser Pilo Paga, pues su puntaje en la Prueba Saber lo situó como uno de los mejores de su colegio, en Valle del Cauca.
Nació en Bogotá y en 2007 se mudó al Valle por compromisos de trabajo de su papá. Volvió a su ciudad natal 10 años después para comenzar sus estudios profesionales. En noviembre de 2019 sintió las primeras dolencias de lo que la ciencia denomina tumor frontal izquierdo con tumor recidivante y hematoma: Cáncer en la cabeza.
Desde entonces le ha tocado atravesar por las circunstancias más dolorosas y extremas de su vida. Dos cirugías, dificultades para caminar, dolor y temor. Un panorama de vida muy diferente al que concebía a mediados de año, cuando se dedicaba a ser pupilo en sus clases para convertirse en sonidista y postproductor.
El 12 de marzo Daniel fue sometido a su primera quimioterapia, primer paso en la lucha contra el Cáncer que comienza a librar. Todo parecía transcurrir con las normalidades que la situación sugiere, sin embargo, una semana después altas temperaturas comenzaron a llamar la atención de él y su familia.
“No sentía nada más. Pero nos llamaba la atención que tuviera tanta fiebre porque no era una sintomatología que formara parte de los efectos secundarios de la quimioterapia. Una semana después, cuando me tocaban los exámenes de laboratorio, la doctora tratante decidió hospitalizarme. La idea era la de monitorearme, sin embargo, estando en el hospital comencé a sentir dolor en el pecho y tos seca”.
El país comenzaba a sumergirse en el pánico del Covid-19. Las medidas de aislamiento social obligatorio apenas se estudiaban. No se registraban aún tantos casos en el país, pero si una larga lista de situaciones que prevenir, entre ellas, el colapso del sistema de salud y la muerte de las personas mayores o con enfermedades crónicas.
De inmediato, el personal médico decidió practicarle la prueba PCR. “Dolorosa, incómoda. Inicialmente sospechaban que era Neumonía y me aislaron. Esa misma noche un médico todo cubierto me practicó la prueba y dos horas después ya me estaban aplicando todos los protocolos de hospitalización con aislamiento porque resultó positivo”.
Su núcleo familiar en momentos de quimioterapia se limita a una tía, un primo, su mamá y hermana. Todos ya venían practicando hábitos preventivos ante los efectos que las quimioterapias podrían causar en él. A ellos se le suma una vecina, quien lo inyectó un par de veces. Tres terapeutas también lo visitaron para ayudarle a recuperar la movilidad de una pierna. Ninguno salió positivo para Covid-19 y se encuentran en excelente estado de salud. Todos cumplieron cuarentena.
Daniel, por su parte, fue sometido a una segunda prueba de Covid una semana después del primer diagnóstico: de nuevo resultó positivo.
No sabe quién lo contagió. Ante los resultados negativos de las pocas personas que tuvo cerca, supone que pudo ser en los hospitales donde fue sometido a quimioterapias y luego a controles de rigor. Sus bajas defensas y las pocas medidas de control del virus para el momento fueron determinantes en el contagio.
Una larga estadía, acompañada de soledad
“Luego de que me practicaran las pruebas, fueron suficientes un par de días para que los síntomas se me quitaran. Estuve solo en una Unidad de Transplante que dispusieron para la llegada de los Covid positivos. Estuve solo por 14 días. Algunas enfermeras me acompañaban. Me entretenía con el celular o dibujando”.
Daniel asegura que el peor dolor, causado por el Covid, fue la soledad. “Hubo días que no quería hablar con nadie. Los médicos, en ocasiones, me trababan con miedo y cierto rechazo. Era el único paciente en esa clínica con Covid. Me sentí muy mal”.
La psicología hizo su parte en la recuperación emocional de Daniel. Algunos consejos de la profesional fueron de mucha ayuda. “Entendí que yo me iba a recuperar. Sólo era cuestión de esperar y tratar de ocuparme en algo mientras estuviera encerrado.Luego de esos primeros síntomas no me volví a sentir mal”.
A los 14 días, como parte del protocolo, le fue practicada otra prueba y esta vez dio negativo. Daniel fue dado de alta. El personal médicos, enfermeras, terapeutas lo escoltaron hasta la salida con aplausos y lágrimas. El chico con Covid, encerrado en el área más alejada y poco transcurrida de la clínica, ya está curado.
Tiene varios pendientes con la vida. La primera, superar el Cáncer. La segunda convertirse en un profesional de la República y del mundo.
“Mi mensaje para la gente es que se aferren a todo aquello que creen, sea la religión que sea. La fe es determinante. El buen ánimo y la esperanza. Los primeros días, en los que estuve sumergido en la depresión, el dolor de cabeza no se me quitaba. Cuando cambié mi actitud, comencé a sentirme mejor físicamente”.
Hoy, Daniel forma parte del porcentaje más alentador que proporciona la lista del INS. El porcentaje intermedio, el de aquellos que inundarán la historia post Covid-19 con sus testimonios y vivencias. El de la vida por sobre todos los obstáculos.