En Colombia más de 2,3 millones de colombianos sufren de glaucoma y solo la mitad de ellos lo sabe, porque no suelen presentar ningún síntoma. Aquí le contamos cómo proceder con el diagnóstico a tiempo y evitar complicaciones.
El glaucoma es una enfermedad ocular que daña la visión de manera gradual y puede resultar en la pérdida de la visión de manera repentina. Esta patología daña el nervio óptico, es decir, la parte posterior del ojo. En repetidas ocasiones, el daño se presenta de manera lenta y los síntomas no son evidentes.
«El glaucoma es una enfermedad silenciosa que debe ser diagnosticada tempranamente para prevenir la pérdida completa de la visión como la ceguera. Para reconocer los factores de riesgo y evaluar si una persona pudiera estar afectada por glaucoma, se debe visitar al oftalmólogo periódicamente, especialmente después de los 40 años». Afirma Sandra Belalcázar, oftalmóloga especialista en glaucoma y presidenta de la Sociedad Glaucoma Colombia.
Entre los principales factores de riesgo, que inciden en el desarrollo del glaucoma, se encuentran pacientes que sufren presión ocular elevada; aquellos que tienen antecedentes familiares diagnosticados con esta patología; la población mayor de 40 años y personas con ascendencia africana, hispana o asiática, o aquellos que sufren de hipermetropía o miopía. Afecciones médicas como diabetes, migraña, alteraciones en la circulación de la sangre u otros problemas de salud que afectan todo el cuerpo también podrían incidir en el desarrollo del glaucoma.
Los silenciosos síntomas
El glaucoma se presenta en formas diversas, el más común es conocido cómo glaucoma de ángulo abierto, que afecta aproximadamente entre el 70 % y 90 % de los pacientes.
Este tipo de glaucoma se presenta como una condición crónica y su desarrollo es lento; sucede cuando una persona no drena el líquido interno del ojo como debería, lo que provoca una acumulación de presión que lentamente comienza a dañar el nervio óptico.
Este tipo de patología no presenta síntomas evidentes en las primeras etapas y la presión intraocular (PIO) elevada es el factor de riesgo más significativo o el indicador de que está desarrollando la enfermedad.
El segundo más común es el glaucoma de ángulo cerrado, ocurre cuando el iris de una persona está muy cerca del ángulo de drenaje en su ojo. Es un trastorno ocular en gran parte hereditario y también asociado con la edad del paciente.
Aunque en los dos tipos más comunes de glaucoma no existen síntomas evidentes, algunos inician de forma progresiva. Entre ellos se pueden encontrar: visión borrosa, dolor en la zona de los ojos y cabeza, presencia de náuseas y vómitos, la aparición de halos de color arcoíris alrededor de luces brillantes y entre los más notorios se encuentra la pérdida repentina de la visión en los casos más avanzados.
El glaucoma lo diagnostica un oftalmólogo mediante un examen y una prueba clínica, a menudo también puede solicitar realizar pruebas especiales cómo: tonometría para medir la presión ocular, dilatación de las pupilas para evaluar el nervio óptico en busca de signos de daño y campimetría o campo visual, para medir qué tanta visión hay en cada ojo.
Diagnostique a tiempo: el daño es permanente
Aunque el daño provocado por esta enfermedad no puede revertirse, existen tratamientos que abarcan una amplia oferta, desde el uso de diversos medicamentos, hasta procedimientos innovadores con láser o quirúrgicos.
Entre los medicamentos más usados se encuentran las gotas formuladas por un especialista: prostaglandinas, betabloqueadores y agentes mióticos, entre otros, que se acompañan con medicamentos orales.
Existen alternativas quirúrgicas para el tratamiento del glaucoma. Consultar regularmente al oftalmólogo permitirá tener un diagnóstico oportuno, así como un tratamiento temprano; de esta manera control de la enfermedad puede darse de la mejor manera, a fin de logra una buena calidad de vida.