Resulta impensable que un niño termine siendo víctima de situaciones ajenas a él y que estas, además, estén relacionadas con los padres. Cada vez con mayor frecuencia, ante noticias como el asesinato de Anna y Olivia, a manos de su padre en Tenerife, terminamos sucumbiendo en una parada obligatoria para detallar el caso y entender cómo hechos de este tipo son capaces de cometerse. Y es que, dentro de los tipos de violencia de género que están identificadas, hay una que resulta aún más aterradora y preocupante: la violencia vicaria.
El reciente caso de las niñas de Tenerife, en el que su papá- como última alternativa de amenaza y represalias contra su ex pareja, y madre de las víctimas,- decidió asesinarlas, de manera premeditada y vil, sacudió las emociones del mundo. Desde entonces, el término violencia vicaria se ha encargado de ser descrito en los titulales de buena parte del planeta. Pero, ¿cómo un padre es capaz de arremeter contra la vida de un hijo para vengarse de su ex pareja?
La violencia vicaria o violencia por sustitución es una definición relativamente reciente y aplicada en el ámbito de la violencia de género, que involucra una forma de violencia (física o psicológica) por la que una persona ataca a otra, con el objetivo de causar dolor a terceros.
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«Concretamente se ha definido como un tipo de violencia ejercida por un padre maltratador, como instrumento para causar daño a una mujer, a través de sus hijos, aunque se trate de descendientes en común. Normalmente se ejerce sobre menores de edad».
La psicóloga clínica Sonia Vaccaro, quien lleva estudiando este tipo de violencia desde 2012, fue quien acuñó el término, que fue incluido en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, firmado en España en 2017. «Le puse vicaria a este tipo de violencia entendiendo la definición del diccionario, que dice que tiene las veces, poder y facultades de otra persona», le explicó Vaccaro a BBC Mundo.
Tratándose de los hijos, cuyo vínculo para una mujer, y en teoría también debería serlo para un hombre, es el más importante, la violencia vicaria resulta ser el tipo de maltrato más extremo ejercido sobre una madre: el daño, peligro o amenaza que se ejerce sobre los hijos es aún mayor que el que pesa sobre sí mismo, reza la teoría.
Según explica Nuria Varela en su libro Feminismo para Principiantes, la violencia de género es aquella que sufren las mujeres y que tiene sus raíces en la discriminación histórica y la ausencia de derechos que han sufrido y continúan sufriendo en muchas partes del mundo, sustentada sobre una construcción cultural (el género) y basada en la cosmovisión binaria a partir de los cuerpos sexuados.
Pero queda mucha tela que cortar y detalles por robustecer en ese intento de defensa de los derechos de los más vulnerables. De hecho, en Colombia, la violencia vicaria es un tipo de violencia no reconocida, a pesar de ser considerada como la forma más extrema de la violencia de género que existe.
En el país, este tipo de violencia podría concebirse dentro del marco de la violencia psicológica, que tiene su mayor incidencia en las mujeres y se ubica en la primera escala frente a todas las modalidades de violencia definidas. La violencia psicológica tiene un registro de aumento y es la forma de violencia más difícil de demostrar e identificar.
En el país, según el Sistema de Vigilancia en Salud Pública (SIVIGILA), los casos de violencia psicológica en 2020, a corte del 14 de septiembre, alcanzaron los 1.077. Este flagelo es considerado un tipo de violencia que se ejerce sin la intervención de acciones físicas, pero que afecta, no solo la psiquis y las emociones, sino también el estado físico de quien funge como víctima.
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En Colombia la Ley 1257 de 2008 (por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres), define la violencia contra la mujer como «cualquier acción u omisión, que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o patrimonial por su condición de mujer […] en el ámbito público o en el privado», pero no hay detalles sobre la violencia vicaria.
Se ha demostrado que, en reiteradas ocasiones, el maltrato psicológico precede al desarrollo de un comportamiento físicamente agresivo del victimario. De esta forma, desde el punto de vista de la prevención, el estudio de la violencia psicológica es esencial: al ser un antecedente del abuso físico resulta necesario intervenir para que no evolucione en esa dirección.
El Ministerio de Igualdad de España, uno de los países que más hallazgos tiene sobre el tema, enumera varias señales que pueden indicar que una persona está siendo víctima de violencia vicaria:
- El agresor utiliza a los hijos/as para dañar a la madre o expareja, amenaza con quitárselos o con que no los verá más.
- Amenaza con matarlos.
- Interrumpe los tratamientos médicos de los hijos e hijas cuando están con él.
- Habla mal de la madre o expareja y la familia de esta en presencia de los hijos.
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Tipos y ejemplos de violencia vicaria
Según le explicó la criminóloga Marina Fernández al portal Psicología Online, los tipos de violencia vicaria pueden manifestarse de distintas formas; desde hacer que el menor presencie las agresiones a ser este el dañado activamente de forma física o psicológica e instrumentalizada. Abuso sexual del menor, privación de necesidades básicas e incluso muerte. También puede realizarse este tipo de violencia mediante cosas u objetos.
Algunos ejemplos de este tipo de violencia que busca dañar las cosas por las que la mujer siente cariño o apego, serían los siguientes:
- Daño directo a los hijos/hijas, mascotas, seres queridos.
- Publicar anuncios eróticos con su nombre con la intención de ridiculizarla y «desprestigiar» su nombre.
- Desfigurar su rostro para dañar su imagen con ácido, por ejemplo.
- Quemar su ropa.
- Amenazas con daño a seres queridos.
- Romper objetos preciados.