El 8 de febrero el presidente de Colombia, Iván Duque, anunció la creación de un Estatuto de Protección Temporal para los migrantes venezolanos, con el fin de regularizar la situación de casi un millón de personas en situación irregular, del total de 1,8 millones de ciudadanos del país vecino. La decisión gubernamental ha generado reacciones de todo tipo en la ciudadanía, aunque la intención es la de controlar la informalidad laboral y migratoria que hay en Colombia.
Cuando se habla de migración en masa se habla de fenómenos de distintos tipos. La xenofobia es uno de ellos. Es la primera vez en la historia venezolana que su población ha debido salir en muchedumbre a buscar qué hacer en otras latitudes. Desde los más favorecidos hasta los no tanto. La opción de quedarse en el país es cuestionable.
Colombia- por la cercanía- y si se quiere por las condiciones económicas más favorables que ofrece, en comparación con Brasil o Guyana (otras fronteras que comparte Venezuela) ha sido el país que más venezolanos ha recibido, pero la percepción de los visitantes ha cambiado, últimamente.
Se habla de xenofobia cuando hay rechazo a los extranjeros. Va de la mano con el racismo, pero ya no en términos de color de piel sino de nacionalidad. Ambos, incluso, no sólo constituyen una violación de los derechos humanos, sino también una amenaza para la protección de la salud pública. Paloma Carvajalino, psicóloga clínica especialista en trastornos emocionales y del estado de ánimo, asegura que la xenofobia sí es un problema de salud pública. «El rechazo sistemático hacia el extranjero lo que demuestra es que el país (en este caso Colombia) no está acostumbrado a recibir gente de afuera, pero, además tiene que ver con todo lo que pasa alrededor del gobierno».
Psicológicamente hablando Carvajalino asegura que la xenofobia se genera porque los propios sienten una especie de desigualdad en la protección del Estado, sobre todo en países en los que aún hay crisis sociales y económicas y poblaciones vulnerables.
«Cuando, dentro de un país se perciben preferencias hacia determinados grupos vulnerables, se generan ciertas características comportamentales que hacen que esos rechazos se incrementen y empiecen a convertirse en xenofobia».
La población se cierra completamente a la posibilidad de ser empática con la población migrante y los comportamientos agresivos o de rechazo, que se crean en masa en la sociedad son problemas de salud pública.
Los gobiernos, en este sentido, deben trabajar con detalle sobre la igualdad, sobre el concepto de justicia, trabajar en las habilidades de empatía de su población para que la gente tenga la capacidad de entender la complejidad de las situaciones que obligan a otros a salir de su país.
Además, insiste la experta, que deben trabajar en la psicoeducación; se trata de educar a la gente sobre lo que está ocurriendo en su país con la llegada de extranjeros en masa. «Es entregarle a la gente el poder del conocimiento sobre el porqué de las políticas públicas y decisiones que ayudan o le generan algún beneficio a los migrantes. Esto ayudará mucho a que la ciudadanía erradique esas conductas de rechazo».
Sin duda, considera la especialista en salud mental, que las políticas promovidas en el país desde el Gobierno nacional buscan mitigar el rechazo que se ha generado por la estadía de buen número de extranjeros (venezolanos en su mayoría) en Colombia. «Las políticas que se han tratado de implementar buscan mitigar ese rechazo que se ha ido generando y que responden a la inequidad que de por sí se vivía en el país».
De los casi dos millones de venezolanos que hay en Colombia, el 90 % vive de la economía informal y 56 % no cuenta con un estatus migratorio regular, según cifras oficiales. Eso impide que, entre otras cosas, puedan recibir servicios sociales y económicos del Estado, que tengan un empleo formal, que arrienden un inmueble, que abran una cuenta de banco y que accedan al sistema de salud público.
«Quienes están en nuestro país en condición de irregulares tendrán una hoja de ruta a esa regularización que implica un registro claro y certero de sus nombres, edades, apellidos, los lugares de residencia, sus condiciones socioeconómicas y, por supuesto, también estarán en un registro biométrico», dijo Duque durante el anuncio de las medidas.
Es tan cierto que la xenofobia es un problema de salud pública que ante el aumento de los casos y denuncias por discriminación xenófoba y racista en el contexto de la COVID-19, la Organización Internacional para los Migrantes (OIM) reconoce el peligro que representa para las sociedades la desinformación que alimenta la xenofobia y la estigmatización de los migrantes y otros grupos vulnerables.
El Secretario General de Naciones Unidas hizo un llamamiento para poner en marcha un gran esfuerzo colectivo para terminar con el discurso del odio, solicitando a los líderes políticos que, frente a la pandemia, todos los integrantes de sus sociedades sean incorporados en las respuestas de sus países y pidiendo a todos los medios, y en especial a las empresas de redes sociales, que redoblen sus esfuerzos en el ámbito de la comunicación para hacer desaparecer los contenidos vinculados al racismo, la misoginia y cualquier otro contenido pernicioso.