Al César lo que es del César. En medio de un problema de salud pública de la magnitud de la COVID-19 un amplio equipo de expertos en las distintas áreas de la ciencia, la investigación y la medicina- no solo en Colombia- sino en todo el mundo- trabajan sin descanso tratando de darle respuestas y soluciones a la enfermedad, que comenzó a acabar vidas en diciembre de 2019. El SARS-CoV-2 es real; y más allá de las pretensiones conspirativas, alojadas en el imaginario de un grupo importante de líderes y de sus seguidores, hay un hecho tangible, ineludible y preocupante: el riesgo que corre la vida.
A diferencia de otras pandemias y enfermedades importantes, la COVID-19 ha tenido un respaldo mediático, que, si bien ha sido importante, para que la sociedad civil en general conozca sobre avances, descubrimientos, prevención y medidas para mitigar riesgos; también lo es que la gran cantidad de desinformación ha entorpecido el proceso.
Cuando personas con influencia mediática en un contexto local, nacional e internacional recomiendan uso de dióxido de cloro, como tratamiento preventivo para el nuevo coronavirus pasan la línea del respeto que la ciencia merece y, además, ponen en peligro la vida y salud de quienes, de manera adecuada, pueden evitar contagiarse.
Lea también: fake news: cuatro teorías conspirativas sobre la vacuna del Covid-19
El año pasado el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue uno de los que recomendó el dióxido de cloro como tratamiento profiláctico contra la COVID-19.
En su momento la comunidad sanitaria del mundo, incluyendo la del país norteamericano, debieron salir adelante para calmar a las personas, que de manera masiva buscaban el compuesto para consumirlo. Finalmente, la sustancia química no fue determinante para evitar que el presidente Trump enfermara. En octubre del año pasado resultó positivo para el nuevo Coronavirus.
Hace pocos días Colombia convulsionó con las recomendaciones dadas por una modelo, DJ e influencer qu recomendaba el uso de dióxido de cloro, como remedio efectivo para evitar contraer COVID-19 y, además, para evitar ser vacunado. Las autoridades nacionales, quienes trabajan públicamente en la obtención de los biológicos y en la organización, control y distribución de su aplicación, han debido hacer una pausa en sus obligaciones, prioritarias hoy para controlar la situación sanitaria del país por cuenta del nuevo coronavirus, para enviar un mensaje responsable sobre el uso del dióxido de cloro e informar al respecto.
El Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA) fue uno de los primeros que se pronunció. Sindy Pahola Pulgarín, coordinadora en investigación clínica del ente regulador colombiano, informó que el dióxido de cloro no cuenta en el país con un registro sanitario que perita su comercialización como alternativa terapéutica para la COVID-19.
Su uso está aprobado como desinfectante de superficies. Además, en Colombia no hay ensayos clínicos que busquen obtener información de seguridad y eficacia sobre sus efectos sobre la COVID-19.
El INVIMA reitera la información ofrecida en la alerta sanitaria publicada en mayo de 2020 en la que recordó a la ciudadanía que el dióxido de cloro no es reconocido como medicamento por ninguna agencia sanitaria. Tampoco está incluido en norma farmacológica y no existe ninguna solicitud o registro sanitario vigente de algún producto con este principio activo. Estas declaraciones las hizo el ente regulador a partir de denuncias en las que se tuvo conocimiento sobre la posible promoción y patrocinio de investigaciones clínicas en seres humanos con dióxido de cloro como tratamiento para la COVID-19, sin contar con la autorización para tal fin.
La Agencia para Sustancias Tóxicas y Registros de Enfermedades de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) definen el dióxido de cloro como un gas de color amarillo o amarillo-rojizo que se descompone rápidamente en el aire.
“Debido a que es un gas peligroso, el dióxido de cloro siempre se manufactura en el lugar donde habrá de usarse. Se emplea como blanqueador en las fábricas que producen papel y productos de papel y en las plantas de tratamiento de agua que producen agua potable”.
Un gran detractor en la utilización del dióxido de cloro como tratamiento para la COVID-19 es la Organización Panamericana de la Salud (OPS). El ente sanitario no recomienda utilizar productos a base de dióxido de cloro o clorito de sodio por vía oral o parenteral (intravenosa, intraarterial, intramuscular y subcutánea) en pacientes con sospecha o diagnóstico de COVID-19, ni en ningún otro caso, porque “no hay evidencia sobre su eficacia. La ingesta o inhalación de estos productos podría ocasionar graves efectos adversos”.
Ayer, el infectólogo y coordinador nacional sobre estudios COVID-19 de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Colombia, Carlos Álvarez, aseguró que «no existen alternativas milagrosas para curar o prevenir la COVID-19. El dióxido de cloro es para desinfectar superficies, pero no para consumo humano porque es tóxico, corrosivo e irritante. Cuando hablamos de productos a base de cloro nos referimos a sustancias muy efectivas para desinfectar superficies inertes, pero no es apto para el consumo humano. Ingerirlas podría generar síntomas severos y dar falsa sensación de seguridad».
Esto es lo que ocasiona el consumo de dióxido de cloro
La Facultad de Química de la Universidad Autónoma de México ha informado en varias oportunidades que el dióxido de cloro, comercializado como “solución mineral milagrosa y opción para el tratamiento de la COVID-19 y otros padecimientos”, provoca efectos adversos en la salud, como:
- Cambios en la actividad eléctrica del corazón, que puede llevar a ritmos cardíacos anormales.
- Baja presión arterial.
- Insuficiencia hepática aguda.
- Vómitos y diarreas severas.
- Intoxicaciones.
- Trastornos hematológicos.
- Irritación en el esófago.
- Irritación en el estómago.
- Trastornos renales.
- Dolores abdominales.
Si se inhala puede ocasionar:
- Edema pulmonar.
- Broncoespasmos.
- Bronquitis aguda.
En palabras de Carlos Rius Alonso, académico del Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Química de la Universidad Autónoma de México, el uso del dióxido de cloro se basa en estudios realizados en la década de 1980, acerca de la efectividad del dióxido de cloro para eliminar virus y bacterias. “Si se toma un cultivo de virus y bacteria y se le añade esta sustancia, en efecto se van a destruir, porque se agrega un fuerte agente oxidante. Es diferente hacerlo in vitro (en un ambiente controlado fuera de un organismo) que in vivo (en un organismo)”.
Explicó que el dióxido de cloro es un gas inestable y lo comercializan es una solución de clorito de sodio con un ácido (clorhídrico, cítrico, láctico o cualquier otro). Puede ser vendido como dos soluciones: por un lado, de ácido clorhídrico al 3 % y, por otro, una solución de clorito de sodio disuelto en agua al 25 %. Al mezclarse ambos se forma el dióxido de cloro”.
Rius Alonso insiste que, al margen de las recomendaciones de consumo que hay, cuando un ser humano ingiere dióxido de cloro elimina bacterias del esófago y, al ser un fuerte agente oxidante, destruye células del organismo, pero no al virus.
“Una explicación de las empresas para consumir el dióxido de cloro es que genera oxígeno y, por lo tanto, oxigena la sangre. Poco a poco oxida al hierro y baja el conteo de hemoglobina, es decir, el conteo de glóbulos rojos, con ello la función de la respiración disminuye poco a poco. El dióxido de cloro oxida parte del hierro de la hemoglobina, lo que impide transportar oxígeno de los pulmones a otras partes del cuerpo”.
Para qué SÍ se debe usar el dióxido de cloro
El dióxido de cloro es un desinfectante y trabaja con mucha eficacia en procesos como:
- Desinfección avanzada en el tratamiento del agua.
- Producción de alimentos y bebidas.
- Aplicaciones médicas: es usado, en concentraciones y procedimientos adecuados, para esterilizar equipos médicos y de laboratorio.
- Desinfección de superficies.