Las autoridades nacionales bien lo han indicado: el uso apropiado y obligatorio de tapabocas es, en la actualidad, la mejor vacuna contra el Covid-19. Un estudio publicado por la revista científica New England Journal of Medicine propone la misma hipótesis: hay altas probabilidades de que el enmascaramiento facial universal pueda ayudar a reducir la gravedad de la enfermedad y garantizar que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas.
“Las investigaciones epidemiológicas realizadas en todo el mundo, especialmente en países asiáticos que se acostumbraron al enmascaramiento de toda la población durante la pandemia de SARS de 2003, han sugerido que existe una fuerte relación entre el enmascaramiento público y el control de la pandemia. Datos recientes de Boston demuestran que las infecciones por SARS-CoV-2 disminuyeron entre los trabajadores de la salud después de que se implementó el enmascaramiento universal en los hospitales municipales a fines de marzo”.
New England Journal of Medicine
Según las indicaciones del estudio, los datos virológicos, epidemiológicos y ecológicos recientes han llevado a la hipótesis de que el enmascaramiento facial también puede reducir la gravedad de la enfermedad entre las personas que se infectan. Aseguran que esta posibilidad es consistente con una teoría de larga data de la patogénesis viral, que sostiene que la gravedad de la enfermedad es proporcional al inóculo viral recibido.
Uno de los factores que condiciona la gravedad de la enfermedad es la carga vírica recibida, es decir, la cantidad de partículas del virus que producen el primer contagio. De ahí parte la necesidad del uso de tapabocas.
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“Si el inóculo viral es importante para determinar la gravedad de la infección por SARS-CoV-2, una razón hipotética adicional para usar máscaras faciales sería reducir el inóculo viral al que está expuesto el usuario y el impacto clínico posterior de la enfermedad. Dado que las mascarillas pueden filtrar algunas gotitas que contienen virus (con la capacidad de filtrado determinada por el tipo de mascarilla), la mascarilla podría reducir el inóculo que inhala una persona expuesta. Si esta teoría se corrobora, el enmascaramiento poblacional, con cualquier tipo de máscara que aumente la aceptabilidad y adherencia, podría contribuir a aumentar la proporción de infecciones asintomáticas por SARS-CoV-2″.
De este modo, la investigación sugiere que, en este momento, en el que aún se esperan respuestas concretas por parte de la ciencia de cara a una vacuna que permita controlar la situación, cualquier medida de salud pública que permita aumentar la cantidad de infecciones asintomáticas es apropiada para lograr una mayor inmunidad y disminuir los índices de mortalidad, tomando en cuenta que otros de estudios han surgido datos determinantes, que relacionan una fuerte inmunidad con la manifestación leve o asintomática de la enfermedad.