Hoy, el planeta tiene los ojos puestos en las directrices que la Organización Mundial de la Salud (OMS) da para el manejo del Covid-19. Una enfermedad que ha cambiado al mundo y lo tiene abocado en la búsqueda de estrategias para continuar una vida relativamente normal, siempre evadiendo un posible contagio. Sin embargo, pareciera- por los enfrentamientos políticos y diatribas científicas que han llamado la atención a la OMS- que su funcionalidad en el contexto actual quedó en la retórica y le ha faltado práctica.
La Organización Mundial de la Salud fue creada en abril de 1948. Tres años antes, diplomáticos que crearon la Organización de Naciones Unidas ya hablaban de la posibilidad de establecer un ente mundial que se encargara de unificar criterios en cuanto a temas de salud.
Su objetivo principal es alcanzar ‘para todos los pueblos’ el máximo grado de salud, definida en su Constitución como un estado de completo bienestar físico, mental y social.
En la teoría, el foco de atención de la OMS está centrado en los objetivos que la misma organización se ha planteada:
- Ofrecer liderazgo en temas cruciales para la salud y participar en alianzas cuando se requieran actuaciones conjuntas.
- Determinar las líneas de investigación y estimular la producción, difusión y aplicación de conocimientos valiosos.
- Establecer normas, promover y seguir de cerca su aplicación en la práctica.
- Formular opciones de política que aúnen principios éticos y de fundamento científico.
- Prestar apoyo técnico, catalizar el cambio y crear capacidad institucional duradera.
- Seguir de cerca la situación en materia de salud y determinar las tendencias sanitarias.
Pero hoy, cuando se ha vuelto cuesta arriba desacelerar la propagación de un virus, del cual aún se desconoce mucho, la Organización Mundial de la Salud ha sido blanco de fuertes críticas por parte de expertos médicos y gobernantes, quienes- en su afán de obtener un apoyo especializado en el manejo de la crisis de salud pública actual- se han encontrado con recomendaciones básicas que poco han sugerido un avance científico significativo.
Para algunos la situación la está resolviendo cada país con los recursos con los que cuenta y la OMS actúa según las directrices científicas que expertos, que están lejos de pertenecer a su árbol genealógico, han dado a partir de sus exhaustivas investigaciones. El presidente de los Estados Unidos, en mayo, anunció la retirada del país de la organización, congelando los aportes de casi 800 millones de dólares que cada dos años le aportaba al ente sanitario.
Durante la 73ª Asamblea Mundial de la Salud celebrada en mayo, los Estados Miembros de la OMS adoptaron una resolución histórica en la que se pidió al organismo que iniciara una evaluación independiente y exhaustiva de las enseñanzas extraídas de la respuesta sanitaria internacional frente al Covid-19. Aunque el virus comenzó a finales de 2019 en China, su rápida expansión hizo estragos en Europa durante el primer cuatrimestre de este año y en la actualidad sus feroces efectos se están viviendo en América.
Con más de 15 millones de contagios en el mundo y superadas las 600 mil muertes, la OMS anunció hace unos días la puesta en marcha del grupo independiente de preparación y respuesta frente a las pandemias, que evaluará la respuesta mundial, inicialmente, del Covid-19. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, propuso que se convocara una reunión especial del consejo ejecutivo en septiembre para debatir sobre los progresos del grupo. En noviembre, éste presentará un informe provisional en la reanudación de la Asamblea Mundial de la Salud.
Los ojos del mundo siguen puestos en la OMS y su desempeño en la coyuntura actual. En este sentido, le queda a la organización mucho trabajo por hacer y demostrar, con la intención de replantear sus estrategias hacia resultados más concretos y eficientes para la estabilidad sanitaria mundial, de cara a los retos que propone el nuevo Coronavirus. En esa dirección irán las exigencias gubernamentales, ansiosas también de directrices claras y determinantes en el contexto actual y venidero.