El aumento de la inseguridad en Bogotá es evidente. La notable afectación tras una ola de desempleo ocasionada por la pandemia del Covid-19, la soledad de la capital durante los primeros dos meses de la Emergencia Sanitaria y un insuficiente número de funcionarios de seguridad, sumado a la impunidad, han sido los principales detonantes de la inseguridad en Bogotá, índice que hoy es más alto que el año pasado.
Reporta la Secretaría de Seguridad y del Sistema de Información Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo de la Policía Nacional (Siedco) que, si entre enero y junio del año pasado se reportaron 13 homicidios en San Cristóbal- una de las localidades más peligrosas hoy en Bogotá- el mismo periodo de este año se registraron 28 casos. Sin duda, un aumento significativo.
El flagelo de la inseguridad es la consecuencia de estados sociales, políticos y económicos críticos. El Covid-19 no ha llegado para mejorar estas condiciones, por el contrario, encrudece la realidad y las formas de vida de quienes han debido reinventar sus modos- incluso orientándose hacia la delincuencia.
Pero tras el acto delictivo y sus promotores se tornan realidades globales de una sociedad temerosa. Ansiosa ya por la incertidumbre de una pandemia que se extiende y no parece tener solución cercana. La sensación de inseguridad que hoy agobia a los bogotanos se suma a las condiciones de angustia retenidas en el contexto de la enfermedad por Covid-19.
Alba Luz Robles Mendoza, profesora de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala – UNAM, en México, asegura que los efectos cotidianos de la violencia y de la criminalidad tienen dos sentidos: en primer lugar, por la comunidad y sus miembros, sea bajo la forma de eventos concretos, o sea a través de la «sensación de inseguridad». En segundo lugar “el miedo al delito”, que se define como la perturbación angustiosa del ánimo que se deriva de la diferencia entre el riesgo percibido de ser víctima de un crimen y la victimización de hecho.
En un trabajo de investigación hecho por Robles y relacionado con el miedo en las calles, la especialista determina que el miedo al delito puede ser un problema más severo que la propia delincuencia.
“El miedo al delito obliga a los individuos a cambiar sus estilos de vida. Aquellas personas especialmente temerosas del delito deciden refugiarse en sus hogares, protegiéndose con candados, cadenas, barras de seguridad y alarmas. Pero el miedo al delito también tiene importantes repercusiones sociales y económicas. Así, por ejemplo, se ha señalado que genera alienación, promueve el desarrollo de estereotipos nocivos y acelera la ruptura de las redes informales de control social. El miedo al delito es un agente catalizador que genera conductas que pueden ser muy destructivas para la vida comunitaria y social, fracturando el sentimiento de comunidad y transformando algunos espacios públicos en áreas que nadie desea visitar”.
Pero, ¿qué hacer para manejar el miedo al delito?
La inseguridad social, conscientemente generada por situaciones delincuenciales reales, no son situaciones que el ciudadano de a pie pueda solucionar. Se requieren intervenciones de carácter político y económico, que le permitan a la sociedad andar de las formas correctas.
Para tratar de dar claridad sobre las acciones que, de manera individual, las personas pueden ejecutar para minimizar la carga de ansiedad generada por las situaciones actuales (Covid-19 e inseguridad), la especialista en salud mental, Rosangel Piña, ofreció algunas recomendaciones.
“Lo primero que hay que saber es que las sensaciones de inseguridad, nervios o miedo parten de la misma carga emocional, que es la ansiedad. Todo radica en el temor, una conducta natural y necesaria ante situaciones peligrosas amenazantes. Lo importante es no obsesionarse con lo que pueda suceder”.
Para la experta, el riesgo de las sensaciones de ansiedad no controladas o atendidas a tiempo radican en el desarrollo de diagnósticos más complejos como estrés agudo, fobias sociales, depresiones y estrés post traumático.
“Aunque casi todo en la vida es posible, desde el pensamiento, es necesario empezar a refutar las probabilidades de que algo malo sucederá. Es en este punto donde entran las acciones para minimizar los riesgos”.
En este sentido, Piña asegura que, manteniendo estas recomendaciones, tanto los riesgos como las sensaciones de inseguridad pueden disminuir:
Con respecto al Covid-19
“El temor por el Covid va a permanecer, pero siguiendo las pautas de bioseguridad recomendadas, las probabilidades de enfermarse son mínimas. El virus se contagia a través del goteo de saliva, si las personas salen con sus tapabocas, lentes o máscara, se higienizan de forma correcta y mantienen un distanciamiento social adecuado no va a haber contagio”.
Para lograrlo es necesario hacer de estas prácticas un hábito
- Mantener siempre un dispensador personal con alcohol.
- Limpiar los asientos en transporte público o donde se va a sentar.
- Tratar de estar en lugares ventilados.
- No tocarse la cara antes de lavarse las manos.
- Usar siempre y correctamente el tapabocas y máscaras protectoras.
- Lavarse las manos con frecuencia. El antibacterial sólo tiene efecto durante las primeras tres limpiezas. La cuarta vez es necesario lavarse las manos, con agua y jabón.
- Sí su cara está bien cubierta, aunque le tosan, no se va a contagiar.
- Bañarse y lavar la ropa al llegar a casa.
Con respecto a la delincuencia
Tomando en cuenta que no es un flagelo controlable por parte de las personas, es necesario tomar acciones indivuduales que ayuden a minimizar los riesgos:
- No salir en transporte público con prendas lujosas o cantidades altas de dinero en efectivo.
- No sacar el celular en las calles. Hágalo cuando llegue a su destino.
- Tener bien asegurada la cartera. Si es posible abrácela sobre su tronco.
- Tratar de no visitar lugares con índice de inseguridad altos. Si lo hace, trate de llevar la menor cantidad de objetos posible.
- Si las sensaciones de ansiedad permanecen, es indispensable buscar ayuda psicológica, que le brinden herramientas individuales para superar la situación y evitar así problemas de complejidad mental más severos.
“Las probabilidades de robo no se van a acabar, pero con algunas acciones como las mencionadas, baja el riesgo. Al bajar los niveles de probabilidad desde el pensamiento, el temor disminuye”.